Monday, April 30, 2007

UNA PREGUNTA PARA CHILE


Tengo una pregunta para usted. ¿Cuánto vale un café?, pregunta Jesús Cerdán. Unos 0,80 céntimos, responde, el Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero y Cerdán le comenta: “eso era en los tiempos del abuelo Pachi”. Veintitres días después, la tímida voz de Violeta Aranguren, la pensionista que recibe 300 euros mensuales (214 mil 500 pesos), dice “si no es mucha molestia, ¿podría decirme qué gana? El Presidente del Partido Popular, de derechas, Mariano Rajoy traga saliva, le hace repetir la pregunta y emprende la fuga. Una semana después diría “es que me quedé cortado” y entonces decide soltar lo que le atragantaba: 8000 euros (5 millones 720 mil pesos).



La televisión pública española consigue re-escenificar la política. La coloca en una dimensión de democracia directa, crea un ágora en que, cara a cara, escogidos de acuerdo a sofisticadas muestras, 100 ciudadanos se encuentran con la autoridad, en este caso política. La audiencia desborda toda su imaginación y se dispone a disfrutar una relación política genuina: la del ciudadano con el político. Más de 7 millones de miradas se asomaron a ver -parte o toda- cada una de las funciones, de dos horas de duración.

El atractivo de la escenificación es algo intangible: la incertidumbre o lo imprevisible, determinado por un desusado espectro de diversidades de género, de edades, de nacionalidades, de regiones, de condiciones sociales y económicas, de procedencias culturales, ideológicas y políticas, que pretende significar la sociedad, la ciudadanía frente a la figura del gobernante, del político.

El alto grado de lo imprevisible está íntimamente vinculado al ensanche de las condiciones de libertad de los ciudadanos (en este caso de los 100) y con la reducción de los grados de protección (o de seguridad) del político (Rodríguez Zapatero y Rajoy). Más libertad, menos seguridad, lo contrario a las actuales tendencias dominantes en las relaciones sociales en Occidente. Una ecuación cada vez más escasa y, quizás, en parte por eso, más deseada y agradecida.

Las reacciones afloraron: “hubo democracia de la buena”, “libertad y autenticidad” o se alcanzó algo propio de la política: “hablar de cosas que nos afectan en nuestras vidas cotidianas”. Este espacio de televisión ha logrado develar una relación muy diferente a la que despliegan los políticos desde el hemiciclo, de sus sedes partidarias o desde los propios medios de comunicación, cuando no están en relación a los ciudadanos.

Este sujeto complejo por lo diverso, el ciudadano, ha traído en este espacio de relación directa con el político, un frescor, una cordura, una atención, una emoción con su timidez, con su rudeza, con su nerviosismo, con su sencillez a la política que, dejada sólo al arbitrio de los políticos, se degrada o, lo que es lo mismo, se corrompe en España, “aquí - en Chile- y en la quebrada del ají”.