22 de Octubre de 2010
CORRE SAVIA ESCRITORA y IV
CORRE SAVIA ESCRITORA y IV
Cuenta Giovanna Rivero (Montero- Bolivia, 1972) que su universo imaginario fue poblado por los textos de termodinámica de su padre, ingeniero eléctrico y por comics de pistoleros y las gostosinhas mujeres del Playboy, versión portuguesa, que su abuelo, notario de nacimientos y muertes, coleccionaba y guardaba en un cajón de su dormitorio.
La escritora boliviana, residente en Miami, a la hora de escribir lo hace acompañada de café y rodeada de libros escogidos de acuerdo al gusto que le provoca el contacto de sus dedos con tapas y papel. Los textos de poesía no faltan, porque es el antídoto a que echa mano cuando sobrevienen los inevitables parones creativos.
Influida por la estética del comic, acoge en sus relatos el kitsch, el neogótico y el terminator. Su literatura se monta, o desmonta, con recursos que despliegan verdaderas performance que rompen con el sentido y reciclan textos, como secciones policiales de diarios, cuya lectura le permite sentir la pulsión del mal.
La conversación sobre la ternura y la crueldad en el discurso narrativo prometía, dos términos llamativos, pero que se desvanecieron en una mesa temerosa de pisar lugares comunes e integrada por Juan Manuel Robles (Perú, 1978) y Yuri Herrera (México, 1970).
La crueldad vista como una especie de imperativo abstracto (o categórico, parafraseando a Kant), que no perdona nada a ese mundo que crea la narración, a la que se la considera condicionada por contextos abrumadores de violencia, retroalimentados por discursos periodísticos, como el mexicano.
En cambio, la ternura parecía no encontrar espacio concreto en la creación, aunque se la reconocía a un nivel más teórico, como característica de toda obra literaria “engonómica”, de libro tierno, provista de potencia y frescura, como El Quijote.
20 de Octubre de 2010
20 de Octubre de 2010
CORRE SAVIA ESCRITORA III
La reflexión literaria - tema de la conversación entre Marta Aponte (Puerto Rico, 1945) y Pola Olaixarac (Argentina, 1977) -, fue transmitiendo los miedos que acompañan, empujando o atascando, el viaje pletórico en fantasías, como es el trabajo creativo del escritor. Los oyentes perciben el calado de la incertidumbre inevitable de quien emprende una travesía por territorios nuevos, desconocidos.
La reflexión va desvelando como el escritor se va enfrentando a los peligros de quedar perplejo ante las incesantes disyuntivas que se presentan o confinado frente a una jungla de posibilidades creadas, de perderse en un recorrido sin salida, que no progresa o de ser devorado en las entrañas de ese mundo recorrido por el escritor que ha imaginado o construido en el trayecto.
Marta y Pola se acarician en este ejercicio de compartir esas sensaciones que surten en el proceso creativo. La escritora argentina le comenta gozosa a Marta, como en el acercamiento a su obra quedó asombrada al descubrir la piel que llevaban sus palabras. La escritora puertoriqueña le reconoce a Pola, la cualidad de su novela en articular tramas que, entretejidas, forman un sistema que descarga sobre el lector una visión de mundo.
Después de la reflexión literaria vino la manipulación del tiempo, motivo de la conversación entre Lina Meruane, (Chile, 1970) y Javier Vásconez (Ecuador, 1945). El tiempo, esa abstracción que misterioramente deja huellas en la realidad creada, es algo corre bajo la trama visible de la escritura.
El novelista interviene el tiempo, lo altera cuantas veces lo necesite. Estas operaciones de cirujía, que a veces descolocan al lector desprevenido, mueven a los personajes y sus circunstancias. El tiempo se desplaza bajo la trama y, de tanto en tanto, asoma entre las palabras.
Vásconez trata el tiempo en el movimiento que le imprime a sus personajes y para ello, dice, no hay manual que valga, cada uno tiene su tiempo, de igual manera, cada novela. Meruane, en cambio, trata sus historias con estructuras atemporales “que cuelgan de la nada” y es su pulsión interior la que las mueve, y cuenta que ésta actualmente le imprime a su escritura un tiempo acelerado, de vértigo, de terror, de muerte.
19 de Octubre de 2010
CORRE SAVIA ESCRITORA II
El moderador pregunta a los dos escritores de la mesa si habían leido sus libros. Ni Luis Humberto Crosthwaite (Tijuana, 1962) ni Israel Centeno (Caracas, 1958) se han leído una sola línea. Un síntoma de apartamiento, del llamado “desarraigo de lo latinoamericano”.
Sin embargo, de la pregunta por el contexto social de sus mundos literarios, brota una respuesta común. La violencia como realidad abrumadora, cotidiana, inflamada de drogas que circulan endemoniadas por los capilares de las ciudades del norte mexicano y Caracas.
El escritor mexicano, cronista por excelencia de Tijuana, reconoce que le ha costado volar, franquear la frontera de su barrio de Baja California, aunque su destino fuera Barcelona y no su vecino, Estados Unidos. La frontera es la seña de identidad de la literatura de Crosthwite.
Instrucciones para cruzar (2009) es una de sus metáforas referidas a pasar la frontera e internarse “bajo la sombra avasalladora de Estados Unidos”. Aunque la ha cruzado unas 1.600 veces, dice que “no vale la pena el ajetreo”, pero si insiste en hacerlo, ni modo, sugiere anotar 8 indicaciones y que las repase antes de que sea tarde, es decir, la trasponga.
El escritor venezolano también percibe su país como fronterizo: puerta de ingreso de las capitanías generales, de las ideas del enciclopedismo y la ilustración y con el petróleo, desde mediados del siglo XX, de inmensos capitales con la promesa de modernidad.
Pero la violencia ha sido el azote que colmó el siglo XIX, llevándose a dos terceras partes de su población; continuó con los 35 años de la dictadura de Juan Vicente Gómez en el siglo XX, hasta lo que Centeno llama “la destrucción de la vida civil”, de una violencia a destajo y que grafica en las 245 muertes en Caracas el fin de semana de la segunda quincena de Octubre de 2010.
El coloquio de Crosthwite y Centeno descubre la ignorancia, si no la indiferencia de la que hablaba Ignacio Echevarría en la apertura de estas Conversaciones. Tras dos horas de platica se despliega una simpatía, indispensable si se quiere intercomunicar la intensa creación literaria que nutre las raíces de lo latinoamercano
18 de Octubre de 2010
CORRE SAVIA ESCRITORA por Fet a Amèrica (hecho en América)
Quince escritores latinoamericanos, de generaciones posteriores a la del “boom latinomericano”, se encuentran (varios se saludan por primera vez) en Casa Amèrica de Catalunya, en Barcelona, la misma ciudad donde cultivaron amistad los dos nobeles: García Márquez (1982) y Vargas Llosa (2010) con Donoso, Fuentes, Cortázar, entre otros.
Las conversas sobre literatura latinoamericana de Fet a Amèrica (del 18 al 22 de octubre) fueron abiertas por el crítico literario catalán, Ignacio Echevarría. Sin rodeos mostró su perplejidad por la extraordinaria vitalidad que está demostrando la narración de jóvenes escritores del continente y su indiferencia y desarraigo frente a lo latinoamericano, incluso a su negación.
Ya el escritor mexicano Jorge Volpi, en sus Mentiras contagiosas (2008), sentenció que la generación de narradores de los 90 y primeros años del siglo XXI “demolieron los cimientos de la literatura latinoamericana y la aniquilaron como entidad cultural autónoma” y que posiblemente ser latinoamericano hoy día “no significa nada, pues cada vez más es difícil reconocer a simple vista a un autor latinoamericano”.
Tras el veredicto volpiano se dejan ver dos fuerzas inmensas: una es la de la voracidad de las gigantes editoriales transnacionales que arrollan con sus condiciones literarias para publicar y constriñen -si no sofocan- la emergencia de iniciativas editoriales nuevas y la proliferación de egos, recelosos, que obsecadamente ansían la “fama dulce”.
La voz de Echevarría evoca la idea del fallecido ensayista argentino Héctor Libertella de que la nueva escritura latinoamericana se la reconocerá cuando ella misma “fabrique su propio espacio” y para ello es el diálogo fecundo que, recordando al ensayista uruguayo Ángel Rama, se produce “cuando un escritor lo entabla con otro de su propio ámbito”.
El crítico barcelonés rompe el hielo en las conversas latinoamericanas y propone que la amistad y la crítica son dos buenas compañías para que los jóvenes escritores creen su propio y gran espacio, antes de ser devorados por las trituradoras comerciales y egotistas.
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