Friday, October 25, 2019

SEIS NOCHES QUE CONMOVIERON LA CIUDAD DE CERDÀ

Ildelfons Cerdà, (1815-1876), uno de los padres del urbanismo moderno, diseñó la trama de la Barcelona moderna, espacio donde se vivieron seis noches impresionantes. Tras lo vivido resalta Cataluña sin rumbo. Lo perdió cuando omitió suscribir su independencia y minutos después perdió su gobierno y autonomía (2017). Cinco meses después la recobró, pero optó por renunciar a ejercer un gobierno autónomo (2018). La Generalitat, hoy día, es una institución puesta a administrar las cosas y a ser usada como bastión del independentismo (2019). ¿Que esperar? que Esquerra Republicana en 2020 haga un buen gobierno, de amplia base política y social e inicie un diálogo político con el gobierno español en vista a acordar una fórmula pactada que dirima el conflicto en un referéndum. La idea es de Oriol Junqueras dicha desde la prisión en enero de 2018.   

La sentencia del Tribunal Supremo (TS) condenó a 9 dirigentes independentistas con penas de cárcel entre 9 y 13 años por sedición, delito muy discutido entre catedráticos de derecho penal y magistrados que han ocupado cargos en el Supremo y Constitucional. Sanciones consideradas desproporcionadas, toda vez  que el propio TS evidenció que los actos cometidos no pretendieron la escisión de España, sino forzar al gobierno español (del partido popular) a abrir un diálogo político.

Oleadas del tsunami...

Sin embargo, los comentarios y alcances de la sentencia fueron rápidamente superados por las reacciones de creciente indignación que, en horas, sorprendieron con el asedio al aeropuerto internacional de Barcelona. Miles de manifestantes desafiaron a la policía catalana que en forma resuelta impidió la ocupación del terminal aéreo mediante sucesivas cargas. 

Mientras tanto, autopistas y principales accesos a la ciudad eran cerradas por manifestantes. Olas de protestas se levantaron en diferentes localidades del territorio hasta que llegó la noche y el talante de la protesta transformó el espacio urbano. Las fuerzas del orden y de la revuelta se desplegaron en el centro de la trama del área moderna de Barcelona durante seis noches. Sucesos similares sucedieron en las tres capitales provinciales catalanas (Girona, Tarragona, Lleida) y en algunas comarcales, como Sabadell y Reus. 

La violencia de los enfrentamientos de miles de personas y policías en un campo cercado por barricadas de fuego (alimentadas por 1.044 contenedores, 358 cubos de basuras) conmovieron a la ciudad en seis jornadas nocturnas de luchas urbanas de cinco a seis horas. En este escenario la furia y la brutalidad se confundieron, a menudo al margen de toda norma, dejando 600 heridos (312 manifestantes y 288 policías), 4 personas mutiladas (con pérdida de un ojo), 13 hospitalizadas (1 muy grave). Las noches violentas acabaron por abrir nuevos surcos en el conflicto catalán. 

... desbordan a Torra 

La represión a cargo de la policía catalana y española bajo un mando coordinado a cargo de la conselleria d'Interior (algo impensable dos años atrás) ha quebrantado la confianza entre el president de gobierno catalán, Quim Torra y los Mossos d'esquadra (policía catalana). La paradoja de esta situación es la dualidad que convive a duras penas en el seno del gobierno.

Por una parte, el apoyo al conseller Miquel Buch que califica de "profesional" la actuación policial y por otra, el president Torra que aprecia una policía que se ha extralimitado y, por lo tanto, que debe ser investigada hasta proceder a una "depuración de responsabilidades". Los partidos que apoyan al gobierno se dividen en opiniones muy diversas: desde el rechazo explícito, pasando por el recelo, hasta el apoyo con diferentes grados de convicción y entusiasmo.
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Las noches de manifestaciones violentas han puesto a Torra en la tesitura de optar entre su perfil de gobernante o de activista: respaldar a la institución policial catalana o complacer a los sectores radicales del independentismo enfrentados a los mossos d'esquadra

Fue en el sexto día desde que se iniciara los enfrentamientos en las calles, cuando Torra, forzado por circunstancias que ya lo desbordaban, condenó la violencia y acto seguido exigió urgencia en averiguar sobre los excesos de los mossos para "depurar responsabilidades" y mantuvo en suspenso los apersonamientos a las acusaciones contra los detenidos por la policía catalana y nacional (de las 194 detenciones, 154 fueron efectuadas por mossos, 32 por policías nacionales y 8 por la guardias urbanos).  

La torpeza del president 

Los hechos provocados por la sentencia han confirmado la debilidad política del gobierno catalán, junto con ratificar la fortaleza del movimiento independentista demostrada en el asedio al terminal aéreo, en los cortes de vías de comunicación (viales, férreas) y, especialmente, en la manifestación pacífica que reunió a más de 500 mil personas en el mismo espacio urbano de las encendidas y violentas noches. 

El president Torra en un intento por liberarse del molesto tema de la violencia y represión que lo atenazaban quiso cambiar la agenda: ir del orden público al conflicto político. Para ello durante cuatro días consecutivos llamó por teléfono a Pedro Sánchez con el fin de sostener una entrevista y reiniciar un diálogo político para resolver el conflicto de fondo. Su intento fracaso. Simplemente, Sánchez no respondió a sus llamadas. 

El presidente en funciones está en una campaña electoral para ser elegido presidente el 10N. Contra el tiempo busca votos de centro en su cada vez más ajustada competencia con el partido popular. Atender una entrevista con Torra habría sido un regalo para los populares. Además ¿qué valor tendría la palabra del candidato socialista sobre el conflicto catalán si puede que en un mes más ya ni siquiera sea el presidente del gobierno de España? 

En quince días más ...

La sentencia del TS y sus efectos inmediatos, en particular la seis noches que conmovieron a Barcelona, han dejado sin oxígeno al gobierno de Quim Torra. Una vez más ha demostrado su carencia de liderazgo para evitar o sortear problemas y señalar una perspectiva realista. Ejemplo de ello es su indisposición manifiesta con la policía catalana ante sus actuaciones represivas y su incapacidad de reconocer el valor de los tiempos en política al anunciar un nuevo referéndum en la actual legislatura o pretender iniciar un diálogo político en plena campaña electoral en España.

El talante activista de Torra ha conducido a una situación extraña: que sea el ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska el que valore a los mossos d'esquadra (la situación más difícil en orden público que han enfrentado, según su director), mientras el president catalán los impela, lo opuesto a la situación de la policía catalana hace dos años, cuando el gobierno catalán los reconocía como "patriotas" a diferencia del gobierno español que los acusaba de incumplir sus deberes profesionales.

En quince días los resultados del 10N incidirán en los dilemas del independentismo y en el conflicto catalán/estado español. Es probable que las elecciones catalanas aparezcan en horizonte para decidir qué camino emprender: si el de reestructurar la alianza política para ir a hacia un diálogo con el gobierno español o persistir en la "vía unilateral" en una nueva "fase de confrontación con el estado español", ideada por Carles Puigdemont.















  


Wednesday, September 25, 2019

LA ÉLITE POLÍTICA NO CONECTA

La incapacidad de los partidos de pactar o compartir planes y gestión de gobierno para  encauzar y superar las crisis (económica, territorial y política) que están afectando a España desde el comienzo de la década produce honda frustración en la sociedad. Los ciudadanos han votado por el acuerdo político en las tres últimas elecciones. La última, el 28A, lo han hecho en favor de un acuerdo progresista de izquierdas. Pedro Sánchez, mandatado para concretarlo, no pudo o no quiso

Cuatro años, cuatro elecciones 

Finalmente el presidente "en funciones", Pedro Sánchez optó por ir a nuevas elecciones generales en busca de un gobierno de partido único en vez de ser investido presidente de un gobierno de coalición (Partido Obrero Socialista Español (PSOE)/Unidas Podemos (UP) contando con votos y abstenciones suficientes para sumar más que los partidos de derecha y de extrema derecha. 

La repetición de la elección del 28A será la cuarta elección en cuatro años, algo inusitado en los 41 años de democracia parlamentaria española. Esta situación representa la voluntad de los ciudadanos por superar el bipartidismo, pero los partidos mayoritarios (PSOE y PP) no parecen admitirla ni asumir sus consecuencias. 

Los españoles progresivamente percibieron en los partidos mayoritarios, en especial el Partido Popular, la aplicación de políticas de austeridad que derivaron en desempleo de larga duración, incremento de la pobreza, aumento de las desigualdades sociales, descenso en las remuneraciones y precariedad de los contratos laborales. 

Además la población evidenció la corrupción política de los partidos en el poder: financiación ilegal los mismos a través de contratos públicos con empresas privadas, negligencia ante prácticas abusivas del sistema financiero, fraude al estado de una amplia gama de dirigentes políticos sea en provecho personal o de sus propios partidos.

El cambio: del bipartidismo al multipartidismo

Todo ello influyó para que el bipartidismo se trizara el 2015 con la irrupción de dos partidos estatales: Podemos, agitando el cambio social y democrático ante el avance de las políticas de austeridad del gobierno del PP recortando derechos políticos y sociales y Ciudadanos, de origen catalán, que se extiende por todos los territorios de España propiciando la regeneración democrática ante la corrupción política y el 2018 emerge Vox con un talante político de nacionalismo posfranquista e ideas económicas neoliberales.

El cambio político en la sociedad española en esta década está a la vista: mientras el PP y el PSOE reunían el 83,91% de los votos ciudadanos en 2011, ahora, en 2019, reúnen el 45,38%. Sin embargo, los partidos mayoritarios se resisten a asumir esta nueva realidad y chocan contra la expresión de los ciudadanos en las tres últimas elecciones: pactar, formar gobiernos de coalición, como sucede en la mayoría de los países europeos, algo muy propio de los sistemas de democracia parlamentaria.

Con el asentamiento de Podemos, Ciudadanos y la aparición de un tercero, Vox y con la fractura del nacionalismo catalán con el estado, ya no es viable, como lo fue por 38 años, la formación de gobiernos a partir de mayoría absoluta de votos de uno de los dos partidos partidos mayoritarios (favorecidos por la ley electoral) o de pactos con partidos periféricos, nacionalistas, catalán o vasco.

Gobierno de partido único o gobierno de coalición

En 2016, el gobierno de Mariano Rajoy se formó gracias a la abstención de su rival, el PSOE, que para hacerlo tuvo que destituir a su secretario general, entonces Pedro Sánchez. Tres años después, el mismo Sánchez no acepta ser presidente de un gobierno de coalición con UP y desdeña la abstención de Esquerra Republicana, el partido independentista catalán. Prefiere apostar a nuevas elecciones con la expectativa de incrementar sus actuales 123 escaños (se forma gobierno con 175).

El 91,6% de los ciudadanos españoles, según un sondeo publicado en El País, se declara decepcionado, enfadado y preocupado (en ese orden) de dirigentes políticos incapaces de pactar como "lo sugería" el resultado de las elecciones (la expresión de la voluntad de los ciudadanos). .

La mayoría de españoles el 28A se pronunció por un no claro a un gobierno de las tres derechas y un a un gobierno pactado encabezado por el PSOE y formado con apoyos similares a los que recibió la moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy en 2018. Sin embargo, Pedro Sánchez conocido los resultados electorales se fijó establecer un "gobierno de partido único" chocando con la propuesta de "gobierno de coalición" de UP, su "socio preferente" como lo definió tres días antes del 28A.

El "no es no" a Iglesias y Unidas Podemos

Pedro Sánchez con el mandato de reunir una mayoría parlamentaria para ser investido sólo logró un voto más de los 123 de su partido en cinco meses. El PP y Ciudadanos no prestaron atención a sus llamados a abstenerse; quedando como alternativa negociar con UP dispuesta a participar en un gobierno, fórmula que contaba con la disposición favorable de partidos que habían apoyado la moción de censura de 2018.

Pero Sánchez rehusó formar un gobierno de coalición. A una semana de votarse la investidura, sorprendió a todos vetando a Pablo Iglesias a ser parte del gobierno "por haber puesto en duda la democracia de España" (a raíz de su opinión sobre los presos catalanes)  y cerró toda posibilidad de acuerdo cuando cuatro días antes para que expirara el plazo y se convocara a elecciones, desde la la Moncloa, sentenció: "ni yo ni el 95% de los españoles dormiría tranquilo con Podemos en el gobierno".

La amplia decepción y enfado ciudadano luego del fracaso de un pacto de gobierno dando vía libre a la repetición de elecciones vuelve a aumentar la incertidumbre sobre el futuro político español. Asoma el fantasma de la abstención, que todos señalan perjudicaría más a las izquierdas, lo que hace reaparecer la posibilidad de que las derechas puedan lograr mayoría parlamentaria y formar gobierno o bien que se repita en forma corregida la situación actual con un Sánchez reforzado (aumento importante de escaños) para pactar un gobierno. ¿Con quiénes?








Monday, August 05, 2019

LA DEMOCRACIA NO ES SÓLO VOTAR

La mayoría de españoles no quiere ir a nuevas elecciones, serían las cuartas en cuatro años. Los votos del 28A hablan de confiar en un gobierno de coalición de izquierdas encabezado por el socialista Pedro Sánchez y rechazar un gobierno de coalición entre derechas y ultraderecha. Sin embargo, la paradoja es que ni el  PSOE ni UP confían, aún después de 10 meses de la "entente” valorada por los ciudadanos en abril.   

Las izquierdas fracasan en el primer intento

Las izquierdas representadas por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de Unidas Podemos (UP), paradojalmente, han concluido en dar un paso que abre una segunda oportunidad a las derechas a gobernar España, luego que fracasara una negociación, de no más de cuatro días, para investir como presidente al socialista Pedro Sánchez.

Si el candidato socialista no consigue una mayoría para ser investido presidente en un segundo intento, el próximo 20 de septiembre, los ciudadanos serán convocados a concurrir, el 10 de noviembre, por cuarta vez a las urnas en cuatro años, algo que rechaza una amplia mayoría de españoles.

El PSOE mandatado por el Rey para reunir una mayoría parlamentaria y formar gobierno fracasó en su primer intento, después de 88 días desde que ganó las elecciones. No logró atraer a partidos de derechas a una abstención que habría evitado una negociación con UP ni tampoco consiguió persuadir a éstas a que apoyara la investidura a cambio de un pacto.

Sánchez, tuvo el gobierno a la mano

Lo sorprendente es que Sánchez tenía reunido los votos necesarios para ser elegido en segunda votación: 173 votos a favor y 170 en contra, suficiente para ser el primer presidente de un gobierno de coalición (con Unidas Podemos) en la democracia parlamentaria de 41 años.

Pedro Sánchez dejó pasar una oportunidad inédita ante un electorado que le había reconocido como “buen gobierno” su gestión de 10 meses, que, aunque minoritario (85 diputados), había conseguido estabilidad con el reconocido aporte de UP en el parlamento, su competidor de izquierdas.

Los 10 meses de la “entente” entre PSOE y UP

Ambos suscribieron un pacto presupuestario elogiado por su acento de  recuperación social, después de 12 años de crisis: destrucción de empleo y precariedad laboral. Además, ambos acordaron y lograron sacar delante algo inusual: un reajuste del 22,3% (más 164,10 euros mensuales) del salario mínimo interprofesional.

La constatación del “buen gobierno” fue reconocido por la ciudadanía, que premió al PSOE de Pedro Sánchez aumentando en un 6,0% los votos respecto a 2016 (de 22,6% al 28,6%) y mantuvo en pié el peso de UP (42 diputados) a pesar de los duros conflictos internos y fuga de talentosos dirigentes.

El gobierno de 10 meses también fue valorado por su esfuerzo en darle una nueva posición a España en Europa, sustituyendo el rol de Italia, perjudicada por la deriva nacional-populista de Matteo Salvini y  también por haber practicado una política de distensión con el gobierno catalán, el principal conflicto pendiente de la actual democracia española.

España se integra, electoralmente, a Europa

Las elecciones del 28 de abril pusieron a España a tono con la nueva realidad en Europa: la extrema derecha como fuerza política real. La aparición de Vox en el Congreso (24 diputados, representando al 10,26% con 2.677.173 votos) ha cambiado la fisonomía de la derecha perdiendo todo atisbo de centralidad política y en la izquierda ha asomado ese discurso simplificador o estigmatizador.

Tras 10 meses de diálogo, cordialidad política y acuerdos expectantes, el PSOE y UP han estallado como “viejos enemigos” al verse como amenaza en vez de como “nuevos socios” ante la inminente tarea de distribuirse competencias de gobierno (ministerios), algo imprescindible para formar un gobierno de coalición.

El PSOE, sabiéndose primera mayoría, distante a  3.124.732 de votos del segundo, el Partido Popular (PP), y teniendo tres veces más diputados que UP declaró que su opción era formar un gobierno monocolor, en solitario, excluyendo la alternativa de las UP: el gobierno de coalición de izquierdas y progreso.

Por su parte UP, invadido de desconfianzas exigía gobernar en coalición con un reparto de competencias acorde con la proporcionalidad de votos obtenidos en la elección del 28A, como garantía para el desarrollo de un gobierno de izquierdas y progreso.

El “no es no”  de Sánchez a un “gobierno de coalición”

El PSOE nunca aceptó de buena gana la coalición de gobierno planteada por UP.  De hecho esperó hasta la última semana para iniciar las negociaciones y lo hizo intentando liquidar esa alternativa vetando a Pablo Iglesias en el gobierno y luego, ante el sorpresivo retiro de Iglesias para posibilitar la coalición, en cuatro días sobrevino la degradación, ininteligible para el votante, algo así como hacer y deshacer propuestas y cunda la desconfianza para acabar en un no acuerdo.

Pasado el trago amargo, Pedro Sánchez se rehízo extendiendo  rápidamente el certificado de defunción de un gobierno de coalición y volvió a reafirmar su deseo de gobierno monocolor facilitado por la abstención del PP o Ciudadanos o por la cooperación de UP a cambio de un pacto  programático apoyado desde el parlamento.

Europa: a la baja bipartidismo y gobiernos de partido único

El PSOE vuelve a postular un gobierno de partido único, como si tuviera mayoría absoluta o a punto de conseguirla. Sánchez descarta la coalición de izquierda y sueña con la abstención del PP, la misma los socialistas le concedieron al PP para investir a Mariano Rajoy en 2016, para lo cual tuvieron que destituir a Sánchez de la secretaría general del PSOE.

Sánchez porfía ante la realidad política y no acaba de asumir los resultados de las tres últimas elecciones (2015, 2016, 2019). El voto de la ciudadanía ha terminado con el bipartidismo vigente durante 38 años y ha validado con su apoyo a tres nuevos partidos con peso decisorio. Los datos son concluyentes: mientras el PP y PSOE, en 2008,  representaron el 83,81% de españoles,  en 2019 representan el 45,38%

Tampoco el PSOE atiende la realidad europea en la que las mayorías absolutas tienden a extinguirse y los gobiernos de coalición se extienden, algo que por lo demás identifica a las democracias parlamentarias. Actualmente en Europa de 27 gobiernos, 16 son coaliciones de dos o más partidos y 5 son mayorías absolutas de partido único.

Nuevas elecciones, lo que quieren las derechas

Ocho semanas tiene Sánchez para decidir si prefiere ser presidente ahora con un acuerdo con UP o consiguiendo la abstención de de algún partido de derecha o arriesgar perder en nuevas elecciones ante las tres derechas dispuestas a pactar entre ellas como ha quedado recientemente demostrado en la formación de los gobiernos de Madrid, Andalucía, Castilla y León y Murcia.

Nuevas elecciones en el horizonte político, el 10 de noviembre, contra la opinión del 95% del electorado del  PSOE y UP, mientras el electorado de las derechas las espera. Las quieren el 64% del electorado del PP, el 52% del electorado de Ciudadanos y el 79,9% de Vox, el partido de ultra derecha.

Por eso el PSOE y UP podrían consumar el contrasentido de darle una segunda oportunidad a las derechas y la ultraderecha para gobernar España. Los partidos que pueden formar gobierno juegan con su prestigio político y con la confianza que les entregó la mayoría del electorado español que dijo no querer un gobierno dirigido por el “aznarista” Casado, el “autoritario” Rivera y el “ultraderechista” Abascal.

Las izquierdas, “nadie sabe para quién trabajan”

A las derechas les bastaría aumentar en 30 escaños su representación parlamentaria, algo probable si acuerdan listas electorales con omisiones y con la decepción de una parte del electorado de izquierdas que se abstendría.

El PSOE y UP si realmente quieren un acuerdo de gobierno tendrían que hacer un ejercicio de reconocimiento de sus límites y comprometerse más allá de la investidura. La pregunta es si desean iniciar, como socios, un nuevo rumbo de gobierno de izquierdas, progreso y por una Europa más social y democrática.

La encrucijada es entre, por una parte, formar un gobierno PSOE pactado con UP y apoyado o facilitado por el nacionalismo vasco (PNB y Bildu) la parte más fuerte del independentismo catalán (ERC) y el valenciano (Compromis) y, por la otra, convocar nuevas elecciones en la que la alianza de derechas y ultraderecha aumentaría sus probabilidades de llegar a la Moncloa, facilitadas por la incapacidad de las izquierdas de escuchar y entender a la mayoría de ciudadanos que votaron en abril pasado.

Monday, April 15, 2019

LOS INDECISOS DECIDIRÁN


En tres años y cuatro meses España habrá vivido tres elecciones generales y dos mociones de censura al gobierno. Síntoma de inestabilidad y desorientación política. Al fondo, la crisis económica (2008), no superada para millones de españoles, y la crisis territorial en Cataluña (2010). Ambas desbordan el pacto constitucional (1978). Qué hacer: proponer un nuevo pacto o mantener el malestar o la confrontación hasta que... Entretanto llega Vox, la ultraderecha, lo que faltaba para que apareciera el miedo.

VOX entra en escena

El 41% del electorado no se decide a quién votar, a menos de quince días de las elecciones generales del 28 de abril (28A). Una muestra del dramático cambio político que se vive en España desde el 2015. Entonces, Podemos -por la izquierda- le dio el golpe letal al reinado del bipartidismo PP-PSOE durante 25 años y, ahora, Vox -por la derecha, podría ser decisivo en el inicio de un gobierno de coalición de la derecha liberal-conservadora y la ultra-derecha nacional-populista y darle un golpe definitivo al erosionado pacto del 78.

Un mar de dudas se mueve en el océano mental de ciudadanos extenuados por unos dirigentes y partidos degradados o por la corrupción, la ineptitud, la aspereza o el engaño político que circula por todos los territorios de la geografía política española.

Los pronósticos son observados con desdén después que ninguna encuesta se enterara, hace cuatro meses, de la potencia de la ultra derecha española. Vox, exhibió en Andalucía, el territorio más poblado de las 17 autonomías españolas su estreno en las instituciones con 12 diputados (11%), vitales para desalojar al PSOE del poder andaluz, después de mantenerlo 36 años en forma ininterrumpida.

Colisión o Coalición

Hasta hace cuatro años, en la política española se elegía si el PP o el PSOE gobernaban con mayoría absoluta o si uno de los dos tenía que negociar una adhesión de algún partido nacionalista vasco o catalán. Así imperaron gobiernos de uno u otro signo como si fueran de partido único, reacios al pacto de gobierno o gobiernos de coalición.     

La elección del próximo 28A decidirá si Vox logra, como en Andalucía, sumar diputados para acordar un gobierno de coalición de derechas, encabezado por el PP o si el PSOE de Pedro Sánchez logra sumar con Unidos Podemos (UP) para pactar un gobierno de izquierda, con apoyo parlamentario del nacionalismo vasco y los republicanos catalanes o sumar con Ciudadanos (Cs) un gobierno de difícil tesitura política.

De derechas

Un gobierno de coalición de derecha y extrema derecha significaría colocar a España en un proceso de “ajuste político estructural”: re-centralización del poder político en desmedro de la des-centralización autonómica. Una involución, más cuando se declara que la idea es mantener la unidad de la nación española amenazada por la izquierda (“traidora”) y los independentistas catalanes (“enemigos de España”).

Los discursos radicales del PP de Pablo Casado (discípulo de José María Aznar) de Cs y de Vox, en campaña, y las ideas programáticas prefiguran algo que ya está en el aire europeo: fórmulas que necesitan una combinación de autoritarismo político (recortes de derechos) y neoliberalismo económico (desigualdades y exclusiones)

De izquierdas

El PSOE de Pedro Sánchez es el favorito para encabezar, por primera vez en 40 años, un gobierno de coalición de izquierdas. Dos últimas encuestas le dan una amplia ventaja sobre el segundo, el PP. La del CIS (entidad pública), del 8 de abril, da una diferencia de 9 puntos (29,8% y 21%) y una semana después la del diario La Vanguardia le da 10 puntos de ventaja sobre el PP (31,1% y 21%). 

Pero Sánchez, si sumara los votos con CS, podría resolver, como hace dos años, explorar la reedición de una alianza con el partido de derecha, aunque le separa la radicalización de Cs sobre la cuestión de Cataluña: partidario a intervenir la autonomía indefinidamente y el  ya inequívoco talante derechista luego de apoyar al PP ante la moción de censura y desprenderse de su vertiente socialdemócrata.

 ¿Una coalición a la portuguesa?

Diferente es la relación PSOE-UP luego del rol desempeñado por Pablo Iglesias en el éxito de la moción de censura que dio origen al gobierno del PSOE. Durante los nueve meses del gobierno del PSOE ambos partidos negociaron y aprobaron reformas sociales y suscribieron un pacto de presupuestos.

En caso de que Sánchez no reuniera los votos necesitaría el apoyo del nacionalismo vasco y si tampoco fuera suficiente, el del independentismo catalán, es decir, los mismos que hicieron posible que el PSOE volviera a La Moncloa en junio pasado, pero en el peor de los casos, también podría suceder, como en 2016, unas segundas elecciones.

Entre dos visiones

En menos de 15 días la marea de indecisos reventará ante las urnas con su voto sobre el futuro gobierno de España: si las derechas sostenidas por una ultra derecha que propone iniciar una cruzada por la “reconquista de España” o las izquierdas que proponen encaminar una salida al malestar social que habita en millones de españoles y gestionar el conflicto catalán mediante diálogo y acuerdos que tracen una vía democrática para decidir qué tipo de relación de convivencia política tener entre Cataluña y España.