La mayoría de
españoles no quiere ir a nuevas elecciones, serían las cuartas en cuatro años. Los
votos del 28A hablan de confiar en un gobierno de coalición de izquierdas encabezado por el socialista Pedro Sánchez y rechazar un gobierno de coalición
entre derechas y ultraderecha. Sin embargo, la paradoja es que ni el PSOE ni UP confían, aún después de 10 meses de la "entente” valorada por los ciudadanos en abril.
Las izquierdas fracasan en el primer intento
Las izquierdas representadas por el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE) y de Unidas Podemos (UP), paradojalmente, han concluido en dar un
paso que abre una segunda oportunidad a las derechas a gobernar España, luego
que fracasara una negociación, de no más de cuatro días, para investir como
presidente al socialista Pedro Sánchez.
Si el candidato socialista no consigue una mayoría para
ser investido presidente en un segundo intento, el próximo 20 de septiembre,
los ciudadanos serán convocados a concurrir, el 10 de noviembre, por cuarta vez
a las urnas en cuatro años, algo que rechaza una amplia mayoría de españoles.
El PSOE mandatado por el Rey para reunir una mayoría parlamentaria y formar
gobierno fracasó en su primer intento, después de 88 días desde que ganó las
elecciones. No logró atraer a partidos de derechas a una abstención que habría
evitado una negociación con UP ni tampoco consiguió persuadir a éstas a que
apoyara la investidura a cambio de un pacto.
Sánchez, tuvo el
gobierno a la mano
Lo sorprendente es que Sánchez tenía reunido los votos
necesarios para ser elegido en segunda votación: 173 votos a favor y 170 en
contra, suficiente para ser el primer presidente de un gobierno de coalición (con Unidas Podemos) en la
democracia parlamentaria de 41 años.
Pedro Sánchez dejó pasar una oportunidad inédita ante
un electorado que le había reconocido como “buen gobierno” su gestión de 10 meses,
que, aunque minoritario (85 diputados), había conseguido estabilidad con el reconocido
aporte de UP en el parlamento, su competidor de izquierdas.
Los 10 meses de la “entente” entre PSOE y UP
Ambos suscribieron un pacto presupuestario elogiado por
su acento de recuperación social,
después de 12 años de crisis: destrucción de empleo y precariedad laboral. Además,
ambos acordaron y lograron sacar delante algo inusual: un reajuste del 22,3% (más
164,10 euros mensuales) del salario mínimo interprofesional.
La constatación del “buen gobierno” fue reconocido por la
ciudadanía, que premió al PSOE de Pedro Sánchez aumentando en un 6,0% los
votos respecto a 2016 (de 22,6% al 28,6%) y mantuvo en pié el peso de UP (42
diputados) a pesar de los duros conflictos internos y fuga de talentosos
dirigentes.
El gobierno de 10 meses también fue valorado por su esfuerzo
en darle una nueva posición a España en Europa, sustituyendo el rol de Italia, perjudicada
por la deriva nacional-populista de Matteo Salvini y también por haber practicado una política de distensión
con el gobierno catalán, el principal conflicto pendiente de la actual democracia
española.
España se integra,
electoralmente, a Europa
Las elecciones del 28 de abril pusieron a España a tono
con la nueva realidad en Europa: la extrema derecha como fuerza política real. La
aparición de Vox en el Congreso (24 diputados, representando al 10,26% con 2.677.173
votos) ha cambiado la fisonomía de la derecha perdiendo todo atisbo de
centralidad política y en la izquierda ha asomado ese discurso simplificador o
estigmatizador.
Tras 10 meses de diálogo, cordialidad política y acuerdos
expectantes, el PSOE y UP han estallado como “viejos enemigos” al verse como
amenaza en vez de como “nuevos socios” ante la inminente tarea de distribuirse
competencias de gobierno (ministerios), algo imprescindible para formar un gobierno
de coalición.
El PSOE, sabiéndose primera mayoría, distante a 3.124.732 de votos del segundo, el Partido
Popular (PP), y teniendo tres veces más diputados que UP declaró que su opción
era formar un gobierno monocolor, en solitario, excluyendo la alternativa de
las UP: el gobierno de coalición de izquierdas y progreso.
Por su parte UP, invadido de desconfianzas exigía gobernar en coalición con un reparto de competencias acorde con la proporcionalidad de votos obtenidos en la elección del 28A, como
garantía para el desarrollo de un gobierno de izquierdas y progreso.
El “no es no” de Sánchez a un “gobierno de coalición”
El PSOE nunca aceptó de buena gana la coalición de gobierno planteada por UP. De hecho esperó hasta la
última semana para iniciar las negociaciones y lo hizo intentando liquidar esa
alternativa vetando a Pablo Iglesias en el gobierno y luego, ante el sorpresivo
retiro de Iglesias para posibilitar la coalición, en cuatro días sobrevino la
degradación, ininteligible para el votante, algo así como hacer y deshacer
propuestas y cunda la desconfianza para acabar en un no acuerdo.
Pasado el trago amargo, Pedro Sánchez se rehízo extendiendo
rápidamente el certificado de defunción de
un gobierno de coalición y volvió a reafirmar su deseo de gobierno monocolor facilitado
por la abstención del PP o Ciudadanos o por la cooperación de UP a cambio de un
pacto programático apoyado desde el
parlamento.
Europa: a la baja bipartidismo
y gobiernos de partido único
El PSOE vuelve a postular un gobierno de partido único,
como si tuviera mayoría absoluta o a punto de conseguirla. Sánchez descarta la
coalición de izquierda y sueña con la abstención del PP, la misma los
socialistas le concedieron al PP para investir a Mariano Rajoy en 2016, para lo
cual tuvieron que destituir a Sánchez de la secretaría general del PSOE.
Sánchez porfía ante la realidad política y no acaba de
asumir los resultados de las tres últimas elecciones (2015, 2016, 2019). El
voto de la ciudadanía ha terminado con el bipartidismo vigente durante
38 años y ha validado con su apoyo a tres nuevos partidos con peso decisorio.
Los datos son concluyentes: mientras el PP y PSOE, en 2008, representaron el 83,81% de españoles, en 2019 representan el 45,38%
Tampoco el PSOE atiende la realidad europea en la que las
mayorías absolutas tienden a extinguirse y los gobiernos de coalición se
extienden, algo que por lo demás identifica a las democracias parlamentarias. Actualmente en
Europa de 27 gobiernos, 16 son coaliciones de dos o más partidos y 5 son mayorías
absolutas de partido único.
Nuevas elecciones,
lo que quieren las derechas
Ocho semanas tiene Sánchez para decidir si prefiere ser
presidente ahora con un acuerdo con UP o consiguiendo la abstención de de algún
partido de derecha o arriesgar perder en nuevas elecciones ante las tres
derechas dispuestas a pactar entre ellas como ha quedado recientemente demostrado en la formación
de los gobiernos de Madrid, Andalucía, Castilla y León y Murcia.
Nuevas elecciones en el horizonte político, el 10 de
noviembre, contra la opinión del 95% del electorado del PSOE y UP, mientras el electorado de las
derechas las espera. Las quieren el 64% del electorado del PP, el 52% del
electorado de Ciudadanos y el 79,9% de Vox, el partido de ultra derecha.
Por eso el PSOE y UP podrían consumar el contrasentido de
darle una segunda oportunidad a las derechas y la ultraderecha para gobernar
España. Los partidos que pueden formar gobierno juegan con su prestigio
político y con la confianza que les entregó la mayoría del electorado español que
dijo no querer un gobierno dirigido por el “aznarista” Casado, el “autoritario”
Rivera y el “ultraderechista” Abascal.
Las izquierdas, “nadie
sabe para quién trabajan”
A las derechas les bastaría aumentar en 30 escaños su
representación parlamentaria, algo probable si acuerdan listas electorales con
omisiones y con la decepción de una parte del electorado de izquierdas que se abstendría.
El PSOE y UP si realmente quieren un acuerdo de gobierno tendrían que hacer un ejercicio de reconocimiento
de sus límites y comprometerse más allá de la
investidura. La pregunta es si desean iniciar, como socios, un nuevo rumbo de gobierno de izquierdas,
progreso y por una Europa más social y democrática.
La encrucijada es entre, por una parte, formar un gobierno PSOE pactado con UP y apoyado o facilitado por el nacionalismo vasco (PNB y
Bildu) la parte más fuerte del independentismo catalán (ERC) y el valenciano
(Compromis) y, por la otra, convocar nuevas elecciones en la que la alianza de derechas y ultraderecha aumentaría sus probabilidades de llegar a la Moncloa, facilitadas por la incapacidad de las izquierdas de escuchar y entender a la mayoría de ciudadanos que votaron en abril pasado.