Thursday, August 24, 2006

La seductora perfección


Por Pablo Portales

La cámara se paseó por los cuatro secretarios generales de los partidos de la Concertación. Ingresaban al gabinete de negocios de Sebastián Piñera. Cada uno estrechaba la mano del anfitrión, acompañada de sonrisas complacientes. La escena se cerraba en un semicírculo en que el propietario era la atención de los recién llegados, el dueño de la situación.

La cita política se produce cuando el empresario a tiempo completo y político a ratos es desafiado desde diferentes ángulos. La Superintendencia de Valores le investiga dudosas operaciones en bolsa; Renovación Nacional, su partido, lo reta a optar de una vez por todas entre los negocios y la política y los aliados de la UDI continúan fustigándolo, más aún, cuando, Joaquín Lavín, su más cercano, cumple jornada académica completa.

Los visitantes van a hablar con el hombre de negocios del sistema electoral binominal, un mecanismo que todos prometieron cambiar, incluyendo al ex candidato presidencial Piñera, pero que ahora en vez de cambio se prefiere usar el término perfeccionamiento, distinción nada inocente. Mientras cambiarlo sería elaborar un sistema electoral sustitutivo, contrario del actual, perfeccionarlo es dotar al actual sistema de un mayor grado de excelencia.

El binominalismo actúa como depredador de la soberanía popular, principio identitario de la República: el ciudadano ya poco elige y más ratifica lo que otros han elegido. Como lo señaló el Presidente Lagos en su Cuenta al país del 21 de mayo de 2004: “el sistema binominal va a ser la muerte de nuestro sistema democrático (...) la decisión del elector se va tornando cada vez en más irrelevante”. Palabras fuertes, pero que se las llevó el viento.

Entretanto, una fuerza, como la de un ventarrón, desplomó a la Comisión Böeninger, encargada de sentar bases para un nuevo sistema electoral. Todos, sin distingos, concertacionistas y opositores, la lapidaron sin un atisbo de clemencia. Böeninger, otrora halagado por “moros y cristianos”, fue literalmente “ninguneado” por los mismos, luego de proponer establecer una cierta proporción del voto de cada ciudadano, de acuerdo al número de habitantes en los distritos.

Unas bases reformistas insoportables para quienes prefieren conservar la seguridad de ser electos (o ratificados) en territorios (distritos) conocidos y no arriesgar en unos desconocidos. “Ya se habla de que vamos a tener un próximo Senado empatado: usted elige a uno y yo elijo al otro”, decía el Presidente Lagos el 2004.

La Presidenta Bachelet puso más énfasis en el plebiscito ciudadano para dirimir el asunto del binominal, que en el debate parlamentario. Con ello, parece decir que en los partidos predomina una actitud complaciente -como la exhibida ante las cámaras por los cuatro secretarios generales concertacionistas al ser recibidos por Piñera- con la idea de perfeccionar, es decir, modificar algo, pero que no llegue a amenazar la estabilidad de quienes detentan, sean personas o partidos, los cargos de diputados y senadores actuales.

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Pablo Portales, periodista

Saturday, August 19, 2006

Quién mató a Frei: Una respuesta que hiela






Durante la segunda quincena de julio fue expuesta en todo el país la cabeza retratada del ex Presidente Eduardo Frei Montalva en los kioscos de periódicos y revistas. A su lado, grandes letras titulaban: QUIÉN MATO A FREI. Su formato evocaba esos carteles del Far West: SE BUSCA. Y es verdad, se busca el o los nombres y apellidos de quienes envenenaron su sangre cuando yacía en cama en el posoperatorio de una sencilla intervención quirúrgica en la Clínica Santa María.

Frei fue el cuadragésimo Presidente de la República de Chile, desde la Primera Junta de Gobierno de 1810 y el primero asesinado, después de once años de haber dejado el gobierno y un año y medio después de ponerse a la cabeza de la disidencia de la dictadura de Augusto Pinochet, sostenida por las Fuerzas Armadas y de Orden.

Un titular para vocearlo como en la época republicana, en el espacio público urbano: ¡¡QUIEEEN MATÓ A FREI!! Una pregunta del quincenario, cuya periodista nos va descubriendo en su relato cómo el destino del político queda en manos de médicos de la CNI. Llegan junto a la cama del convaleciente y en la penumbra y quietud nocturna tienen a su disposición el cuerpo (y el destino) del ex Presidente.

Ante la interrogante dramática, colgada a la vista de todos, la respuesta fue de hielo, estremecedora: un silencio abismal. Ni una palabra, ni un gesto, ni una mueca insinuante. La respuesta a Quién mató a Frei en 2006 fue la que sólo puede producir un cementerio. Si pensáramos unos segundos que hubiera sucedido si este mismo titular hubiera amanecido en esos semanarios, hoy desaparecidos, que prendían de los kioscos en 1988, ¿cuál hubiera sido la respuesta?...

Frei fue asesinado, es la convicción de un juez que intenta dar con nombres y apellidos. Certidumbre transmitida por su hija mayor y su hijo mayor, este último también ex Presidente de la República y el abogado de la causa. Pero la muerte de Frei no es asunto de una familia ni de un partido, ni el suyo, que mantiene un silencio irreproducible, ni siquiera de los demócratas chilenos. Es más, a Frei, como a miles de chilenos, los mató el Estado de la época, sus hechores, encubridores, colaboradores (como el propio chofer del ex Presidente) actuaban por órdenes jerárquicas, haciendo uso de medios oficiales y se les cancelaba por estas misiones.

Dar con los nombres y apellidos es tarea ardua, más aún cuando instituciones del Estado, como el Ejército, no colaboran, apelando a lo mismo de siempre: nada tenemos que decir. Los demás: partidos, congresistas, medios de comunicación, líderes de opinión optan por el mutismo. Al ver a esta nueva pléyade de jueces que buscan con afán y en forma prolija nombres y apellidos de quienes se les instruyó matar, saltan a la memoria esas certeras palabras de un ex Presidente “les faltó coraje moral” refiriéndose a la Corte Suprema bajo la dictadura. ¿Qué le falta a este establisment político-mediático-institucional para que no se reste a la búsqueda de la respuesta de Quién mató a Frei?

Pablo Portales, periodista.

La mano de Sebastián Piñera

Por Pablo Portales

Cuando colgaba la cabeza retratada del ex Presidente Eduardo Frei Montalva en los kioscos de diarios y revistas (Quien mató a Frei: una respuesta que hiela, 10 de agosto 2006) aterrizaba el empresario-político-ciudadano privado Sebastián Piñera de su circuito mundialista.

Colmado de optimismo apareció como en su casa, en el campo deportivo de la Universidad Católica de Santa Rosa de Las Condes. Entonces, contó a periodistas que no sólo se había derrumbado el muro de Berlín que separaba el mundo en Este/Oeste, sino que también se había desplomado el que dividía el mundo en Norte/Sur, el mismo que Frei Montalva buscaba comunicar desde la Comisión Brandt en 1981.

El viajero, exultante, notificaba que el mundo era uno, que las oportunidades estaban ahí, al alcance de la mano, que cualquier país serio y responsable podía llegar a sentarse a una mesa bien dispuesta y, concluía, sólo faltan ganas, deseos, entusiasmo, voluntad para lograr el desarrollo y el bienestar. Así de simple.

Luego, cada periodista lo paseó por las contingencias de la política, de los negocios y de la farándula, hasta que recaló a la pregunta de si estaba disponible a contribuir con iniciativas a despejar los obstáculos que impedían dar con los autores del crimen contra en el ex Presidente de la República, más aún, cuando existía convicción en el juez instructor y en la hija y el hijo mayor, el actual Presidente del Senado, que la vida de Frei Montalva había sido víctima por la acción de terceros provenientes de entidades de la dictadura.

Sin pausa, descartó que el juez hubiera expresado convicciones al no haber dictado sentencia, que la hija mayor se manifestaba con pasión, por lo que le restaba validez y su hijo mayor, por el contrario, si bien se pronunciaba porque habría sido asesinado, lo hacía muy moderadamente. En suma, sólo cabía esperar las resoluciones judiciales.

La respuesta evoca uno de los tics de personeros del pasado cuando se veían enfrentados ante denuncias desde dentro y fuera del país sobre secuestros, torturas, muertes y desapariciones. Todos esos supuestos hechos estaban en manos de los tribunales, y mientras no hubiera pronunciamiento judicial, nada había, decían.

El veneno inoculado al cuerpo de uno de los más reconocidos líderes políticos chilenos del siglo XX no parece corroer la duricia que cubre la piel de sus pares. La justicia con Letelier llegó de la mano de Estados Unidos, con Prats de la mano de Argentina, con Leighton faltó coraje para que llegara de la mano de Italia. Con Frei Montalva ¿llegará de la mano de Chile? Al menos, la mano de Piñera no está disponible, como otras tantas.



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Pablo Portales. Periodista