La guerra en Irak, concebida en el rancho de Crawford (Texas) para ganarla en cuatro días, con 1.500 objetivos evitándose vidas inocentes, cumplió su quinto año. El Presidente de Estados Unidos, desde el Pentágono, ha repetido las palabras dichas, desde la Casa Blanca en el 2003: “no aceptaremos más resultado que la victoria”. La sentencia evoca a ese Hitler que no admitía si no la victoria, cuando ya estaba atrapado en su bunker.
Algo parecido le sucede a Bush. Ciego, ante una guerra sectaria y la presencia de Al Qaeda, que arribó a Irak atraída por la administración estadounidense, no puede retirar a sus más de 150 mil efectivos, a pesar de que su enemigo, Sadam Husein y sus colaboradores o están muertos o a punto de ser ahorcados.
Algo parecido le sucede a Bush. Ciego, ante una guerra sectaria y la presencia de Al Qaeda, que arribó a Irak atraída por la administración estadounidense, no puede retirar a sus más de 150 mil efectivos, a pesar de que su enemigo, Sadam Husein y sus colaboradores o están muertos o a punto de ser ahorcados.
La condición de ser iraquí se evapora y adquiere consistencia ser chií o suní o kurdo o alinearse con el Consejo Islámico Supremo o con el Movimiento Sadrista si se es chií o en algunas de las varias facciones suníes. La guerra sectaria ha hecho su limpieza étnica dividiendo Bagdad en barrios y zonas homogéneas étnica y religiosamente creando una división infranqueable.
Así lo describe a El Mundo de Madrid el chófer Majid Kaem Yusef: “antes yo era taxista y recorría todo Bagdad, además de hacer la ruta entre Bagdad y Amán o Damasco. Ahora no puedo hacerla, porque al ser chií no puedo atravesar zonas suníes sin sufrir el riesgo de que me maten.
El 15% de los conductores que conozco han tenido problemas. Al menos 10 conocidos han sido secuestrados en los últimos tres años. Ahora los taxistas chiíes trabajamos en barrios chiíes y los suníes en los sectores suníes, nunca nos mezclamos…".
A los límites mentales de la población se suman las fronteras físicas en la ciudad para dificultar el movimiento de los combatientes terroristas. Esta apariencia de seguridad se sostiene con más efectivos: “donde hay más tropas hay menos violencia” afirman observadores. Pero, el gobierno sigue sin lograr unidad entre las fuerzas políticas repercutiendo en una administración policial y judicial desastrosa y caótica.
Tras el retiro de las tropas británicas en el sur, las milicias rivales chiís –la organización Báder y el ejército del Mahdi- toman posiciones para hacerse del control de Basora, centro principal de la actividad petrolera del país. Del desenlace de la competencia de estas fuerzas hostiles chiitas (que representan el 60% de la población) dependerá en gran medida el futuro de Irak.
La guerra emprendida por Estados Unidos ha llevado a la tumba a Sadam y el baazismo, pero su salvajada política y bélica ha desgarrado a Irak, un país que se desangra, lo que ha abierto una incertidumbre inquietante porque en medio está su propia existencia.
Otro indicio de la derrota es la promesa de los aspirantes demócratas a la Casa Blanca cuando prometen retirar las tropas en forma paulatina hasta el 2012, pero sobre todo invocan ayuda: Clinton a los aliados de EEUU, Obama a la ONU, para intentar una salida política que por sí mismos ya no pueden lograr.
El aspirante republicano, el ex combatiente en Vietnam John MacCain ofrece más de lo mismo: “estamos ganando la guerra, pero nos queda mucho por hacer”, sin advertir que ya la perdieron y que, lo más probable es que la salida de las tropas, a diferencia de Vietnam, no será la de una estampida cinematográfica, sino de unos cabizbajos soldados, porque en 1975 hubo unos vietnamitas unidos, en cambio esta vez, el año que sea, habrán unos iraquíes troceados en etnias, religiones y sectas.
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