La última película del director de cine, Ignacio Agüero innova en la
manera de mirar y hacer documental. Apuesta firme por el azar en su inserción
cinematográfica a una realidad multidimensional. Propone una narración sin guión
para que el público se sorprenda, descubra y lea por sí mismo esa realidad
siempre en movimiento.
El azar
Son las 22.30 en la sala Azcona,
la principal de la Cineteca ubicada en el Centro de Creación Cultural
Matadero-Madrid que, desde 2005, ocupa el recinto del ex Matadero Municipal
clausurado a fines del siglo XX. El director de cine-documental, Ignacio
Agüero, levanta la vista hacia el público y les dice que no se preocupen si se
quedan dormidos, porque cuando despierten, la película de 120 minutos – El
Otro Día- seguirá rodando.
Dos horas después –ya al
siguiente día- el público, desvelado, comienza a inquirir al director
explicaciones sobre una filmación hecha por sucesivas y sugerentes
interrupciones. Un documental, fuera de lo común, había logrado activar las
mentes de un público, probablemente no habituado a seguir una narración sin
guión, salpicada de imágenes.
El trabajo de Agüero se sustenta
en darle un amplio campo al azar. La incertidumbre define el documental, a
diferencia de la ficción, donde toda acción está escrita, prevista y
ensayada. En este documental la acción está ocurriendo siempre y su riqueza
está en aceptar el ingreso de lo imprevisto.
Sin guión
La primera sorpresa sobre El Otro Día surge cuando se pregunta de
qué trata. La mente busca palabras y no las encuentra fácilmente. La respuesta
no es evidente, a diferencia de sus
competidoras en el festival: Google and
the World Brain sobre Google books; The
Gatekeepers sobre el servicio de inteligencia israelí (Shabak) y Fallen City sobre el terremoto de
Sichuán.
Agüero responde: “mi documental
trata de cómo estar en un lugar y desde ahí leer el espacio”. Así, abandona la
noción que para hacer una película se necesita una gran idea (la construcción
de un cerebro mundial) o un gran tema (el servicio de inteligencia de un país)
o un gran suceso (un terremoto). Se libera del guión que limita la capacidad
creativa del cineasta y estrecha las posibilidades de conocimiento del
espectador.
Llaman a la puerta
El lugar elegido, en El Otro Día, es la casa del director de
la película. A través del lente de su cámara la observó durante un año (abril
de 2011 a abril de 2012). En ese tiempo se revelaron una diversidad de objetos y situaciones que
habitan o suceden en la casa.
Uno de esos es el timbre que
interrumpe en forma intempestiva. La puerta de casa se abre y Agüero se conecta
con otro espacio -la ciudad- a través de las personas que llaman y así éstas son
incorporadas a la película proponiéndoles ir a sus propias casas.
El director se traslada hacia
diferentes lugares de la ciudad en distintos momentos de la película. Llama a
la puerta de los que lo han hecho en la suya: el vagabundo que mendiga comida,
la barrendera que solicita un vaso de agua, la mujer que pide una cosita, el
cartero que entrega la carta, el escritor que pide permiso para estacionar su
auto y la joven que le demanda un
trabajo.
Se produce una especie de
“devolución de mano”. Así como ellos le
han pedido algo, el cineasta les pide registrar imágenes y conversar en sus
espacios, los de sus propias casas.
Todos se igualan como cohabitantes que en un momento inesperado hacen
contacto y se necesitan.
Un juego de interrupciones
En El Otro Día, el director propone al público hacer, como él lo ha
hecho, su propio viaje o lectura de un espacio reconocido por todos: la
casa. La narración cinematográfica
ambiciona que transcurra a ras de una realidad siempre cambiante, incluso la
rutinaria, como la luz que indica el amanecer y el atardecer.
La película trata de un juego de
interrupciones y asociaciones de muchos elementos que ingresan en forma
fragmentada y efímera. Algo similar al funcionamiento cotidiano de la mente
humana, cuando concentrada en algo cambia en forma súbita, aparece una imagen y
luego una nueva, sin orden alguna. Una mente en movimiento, saltando de un
asunto a otro.
El público puede fascinarse con El Otro Día si opta por viajar
explorando, junto a la cámara, dispuesto a sorprenderse con el encuentro de lo
inesperado. O lo que es lo mismo, haciendo su propia lectura del espacio
relacionando una multiplicidad de objetos y situaciones que van y vuelven.
La foto del beso
El Otro Día comienza con un hecho sorprendente. Se trata de una
fotografía –hallada por azar en una libreta de recetas de cocina tras el
fallecimiento de su madre- que retrata un beso de sus padres en la isla
Quiriquina.
La cámara capta como la luz del
sol se desplaza tocando los cabellos de su padre hasta llegar a iluminar el
beso en forma magistral, como si se tratara de una escena dirigida por un
iluminador teatral. Es un gran momento para comenzar una historia.
La foto del beso es en una isla
que a su vez es una base naval. Él es marino. La cámara se vuelve y capta un
libro de Charles Darwin, un gran navegante y surge una imagen de un buque
atravesando los mares australes.
El relato del director se desarrolla con el movimiento
de la cámara: mi hermano mayor ingresó a la escuela naval, mi hermana se casó
con un marino, yo poseo título de marino por el hecho de cruzar en dos oportunidades
el estrecho de Drake y mi hermano, Felipe, fue torturado por marinos, después
que la Armada participara en un golpe de estado: “¿qué hubiera dicho mi padre
(fallecido 20 días después del triunfo de Salvador Allende) de los marinos que
torturaron a su hijo?”. Uno de los hijos del director aparece en una foto
vestido de Arturo Prat.
Una lectura específica del
espacio habla de la presencia destacada de la marina; una otra, más general,
revela una casa silenciosa interrumpida por la acción del viento sobre los
árboles, de los pájaros que chillan y juegan en el agua y del gato que acecha,
mira y salta.
Una manera de ver y hacer
También El Otro Día permite al espectador hacer lecturas del espacio de la
ciudad. Las interrupciones del director en los espacios ubicados en los
márgenes de la ciudad, por ejemplo, revelan en unas imágenes sorprendentes,
como se yuxtaponen el no-lugar posmoderno con residuos del lugar rural, cuando
no separan más de 30 metros el paso estridente de grandes camiones por la
autopista y el paso de un tropel de gallinas que cruzan la calle de población.
El Otro Día de Ignacio Agüero nació, por una parte, de su atenta observación
a un habitante de Villa Alegre, que en las mañana se levantaba a filmar
espacios de su pueblo en un proyecto de contar la historia de la ciudad rural.
Por otra, de su convicción que el documental debe ofrecer una realidad
multidimensional para que el espectador haga su propia lectura de ella,
estimulado por una cámara generosa en captar esa realidad sacudida
constantemente por interrupciones desde espacios reconocidos por el público, y
un montaje atento para atraer y
sorprender a un público dispuesto a explorar el recorrido a que lo invita el
narrador.
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