Pedro Sánchez, abanderado del PSOE, se presenta como alternativa de
izquierda. Ahora, su poderosa rival en la sombra, Susana Díaz, le exige que
gane y en “una semana” sea presidente, como el Felipe González de los 80. Todo
esto, en una campaña de un mes, ante el escrutinio de unos ciudadanos que, hace
seis meses, desahució las mayorías absolutas y el bipartidismo. El PSOE parece ir
más delante de lo que aparenta la realidad.
El 26-J se confirmará si los deseos socialistas se avienen, o no, a la
nueva realidad multipartidista de la política española.
Las elecciones: ¿un plebiscito?
El PSOE no se recupera del
impacto de los ciudadanos de cargarse el bipartidismo. A cinco meses del 20-D, Pedro
Sánchez define la repetición de las elecciones, 26-J, como un plebiscito entre el
PSOE y el PP: Sí o No al cambio. Un discurso que intenta superar a la nueva realidad
multipartidista.
Un tercio de los ciudadanos
(33,8%) optó por no votar al PP y el PSOE, luego de ocho años de crisis
económica y políticas de austeridad. Los recortes sociales y reformas
estructurales del gobierno socialista de Zapatero consiguieron 5,2 millones de
españoles sin trabajo (22,8%) en diciembre de 2011 y que el gobierno conservador de Rajoy profundizó,
elevando a 6,2 millones (27,1%) de desocupados, en el primer trimestre de 2013.
Su gobierno acaba con 4,8 millones de parados (21%), según cifras del INE del
primer trimestre de 2016.
Estos indicadores sintetizan lo
que sucede a la vida de millones de españoles empobrecidos y que en parte
explican el rechazo al bipartidismo del PSOE-PP que en 2008 les votó el 83,81% de
ciudadanos y que en 2015 han recibido el 50,73% de los votos.
En ese lapso, el PSOE perdió la
mitad de los votos y 79 diputados; más todavía, el PSOE registró el pasado 20-D
el peor resultado electoral en los 38 años de democracia. En ocho años de crisis, el PSOE no se ha
presentado como partido unido, sus liderazgos han carecido de fortaleza, y la
estrategia confusa, sino irreconocible.
“PSOE si no sale a ganar, no es el PSOE”…
En julio se cumplen dos años de
Pedro Sánchez como secretario general del PSOE y su desempeño no ha logrado cohesionar al partido.
Las disputas de poder se sienten, especialmente si las expresa la lideresa
andaluza, Susana Díaz, apoyada por la mayoría de los barones territoriales y la
simpatía de la “vieja guardia”.
Una vez fracasada las
negociaciones para formar gobierno, Díaz mostró los límites de Sánchez,
sentenció: “con 90 escaños y un Congreso de derechas es imposible formar
gobierno” y acabó diciendo: “estos cuatro meses deben quedar en el olvido”.
Como una manera de transmitir
unidad, Sánchez le pidió a Susana Díaz
que hiciera la presentación de su candidatura ante el Comité federal. Una
oportunidad que Díaz no se desaprovechó: “El día que el PSOE no salga a ganar,
no será el PSOE, será otra cosa”, soltó.
… la exigencia de Susana Díaz
Díaz le exigía la victoria: “para
que el PSOE gobierne tiene que ganar las elecciones y si ganamos con Pedro
Sánchez, será presidente en una semana”. Por lo tanto, el triunfo tiene que ser
amplio de modo que la negociación sea mínima para formar gobierno en días.
Un deseo triunfador, pero
envenenado, porque el marcador que pone Díaz a Sánchez implica que los
ciudadanos revivan el bipartidismo a seis meses que lo desahuciaran, algo muy improbable.
Y si no se consigue el objetivo, Sánchez difícilmente podría mantenerse como
secretario general.
Pero, el candidato sigue la pauta:
presenta un “gabinete en la sombra”, una figura propia en países con
bipartidismo, como el británico; designa personas experimentadas de las
administraciones de González y Zapatero
y profesionales de diversos ámbitos de la política, de la europea a la local. Así busca dar cohesión al PSOE, una imagen
solvente y de respaldo a la idea de cambio.
La incoherencia de Sánchez
Sánchez se presenta como el abanderado
del cambio de izquierda, lo hace evocando a Adolfo Suárez, icono del centrismo
español, e integrando una gama
transversal de intereses. Sus límites, o “líneas rojas”, los sitúa en la
derecha conservadora de Rajoy y en lo que comienza a llamar “la extrema
izquierda” de Iglesias (Podemos) y Garzón (IU)
Los esfuerzos de Sánchez se debilitan
cuando surgen iniciativas como la Partit
Socialista del País Valencià-PSOE, que gobierna la Comunidad valenciana en
coalición con Compromis y el apoyo parlamentario de Podemos. Su presidente, Ximo
Puig, propuso listas conjuntas con la izquierda para el senado, pero fue rechazada
en el acto por Sánchez.
El pacto propuesto habría significado, muy probablemente, dejar en
minoría al PP en el senado, clave precisamente para reformar el senado y
convertirlo en una cámara territorial, uno de los objetivos principales en su
política territorial, a la que el PP se opone. Sánchez presenta problemas para
viabilizar su alternativa de cambio.
PSOE: ¿alternativa o problema?
¿Por qué Pedro Sánchez descarta, sin discusión, una alternativa que podría
significarle un acuerdo con Unidos Podemos (la alianza Podemos-IU) en un asunto
importante de su política, y abrir posibles acuerdos para una investidura en
caso que fracasara en revivir el bipartidismo?
Una incógnita que abre otra: ¿Pedro Sánchez no tiene margen para pactar hacia
su izquierda, pues si lo hiciera sería
fracturar el PSOE o el comienzo del fin de su ascenso político? Lo que se va despejando es que el problema de
fondo está en el PSOE, que aclare sus
proyectos y decidir con quienes establece alianzas: con las izquierdas o las
derechas.