En una lectura plebiscitaria de las
elecciones del 21D, el independentismo pierde, recibe 149 mil 510 votos
menos que los no independentistas. En una lectura política gana, porque consigue
mayoría absoluta en el parlamento (por 5 escaños), por lo tanto, 55 días
después que el gobierno de Rajoy lo destituyera, ha sido elegido para formar
gobierno. Con una participación del 81,94%, el resultado rechaza la política
del gobierno del Partido Popular hacia Cataluña y advierte que la independencia
es inviable por no contar con el apoyo de una amplia mayoría de catalanes.
Carles Puigdemont, ¿presidente, prisionero o residente en Bruselas? |
55 días después…
El gobierno del Partido Popular, con el apoyo de socialistas y ciudadanos, destituyó
el gobierno independentista por la vía constitucional, pero no consiguió desplazar
el independentismo de la Generalitat
(gobierno catalán) por la vía electoral.
Los catalanes han rechazado la intervención del estado Español en Cataluña y
la opción de Mariano Rajoy de doblegar a las fuerzas independentistas a través
de los tribunales de justicia, modalidad propia del autoritarismo
postdemocrático de gobiernos que recortan derechos, libertades y refuerzan la
dimensión represiva para asegurar la gobernanza.
Los partidos por la independencia (Junts
per Catalunya, Esquerra Republicana y la CUP) con 70 diputados (dos menos
que en 2015) logran el control del parlamento y derrotan a los partidos constitucionalistas
(Ciudadanos, Socialistas, PSC y Populares, PP) con 57 diputados (cinco más que
en 2015) y a los soberanistas no secesionistas (Catalunya en Comú – Podem) con 8 diputados (tres menos que en 2015).
… ganan los independentistas
Así, lo previsible es que el 6 de febrero próximo se constituya un gobierno
independentista, como el anterior depuesto
por el Senado español el 27 de Octubre pasado. No hay alternativa ante la
imposibilidad de formar combinaciones de mayorías no independentistas ni
soberanistas con acento en políticas sociales.
Las elecciones del 21D confirman la evidencia de un país –Catalunya- dividido y polarizado en dos
bloques, aunque heterogéneos en su interior, consistentes: el independentismo y
el constitucionalismo.
Ni el gobierno central de Mariano Rajoy ni el autonómico de Carles
Puigdemont han querido acordar una agenda e iniciar un diálogo con la
perspectiva de pactar una vía política democrática para solucionar una crisis
que ya entra en su octavo año, cuando el Tribunal Constitucional mutiló el
Estatuto catalán impugnado por el PP.
Puigdemont por ¿Puigdemont?
Las elecciones del 21D, convocadas por Rajoy, no eran para abrir una vía de
solución del conflicto, sino para desplazar al independentismo del gobierno,
doblegarlo. Las dificultades aumentarán con el avance de procesos judiciales que
intentan poner el independentismo a la defensiva, sin iniciativa política, como
ha ocurrido desde la aplicación del artículo 155 con que se destituyó el
gobierno catalán.
A la intervención económica y
administrativa, en especial la policía autonómica, se añade la intromisión política
a través de la Fiscalía para perseguir dirigentes políticos, entre los que destaca
Carles Puigdemont, en Bruselas, y Oriol Junqueras, en prisión, cabezas de lista
de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, listas que
recibieron la adhesión del 43,04% de catalanes.
En este contexto, ni Rajoy ni
Puigdemont reconocen la inviabilidad de vencer el uno al otro. El gobierno independentista, relevado a
iniciativa de Rajoy, dos meses después, puede ser nuevamente elegido por una
mayoría parlamentaria ganada en las elecciones convocadas por Rajoy.
Esta realidad paradojal indica que lo racional sería distenderse, dialogar
y negociar, pero no parece ser ésta la tendencia, sino por el contrario, las
posiciones permanecen enrocadas y por tanto lo más probable es que la convivencia
política y social, junto a la situación económica, continuará degradándose.
Partida en dos
Cataluña está partida en dos, así lo demuestra, una vez más, el resultado
del 21D con record de participación ciudadana: el 81,94% (4 puntos más que en
2015). El bloque independentista representa el 47,49% de los catalanes y el
constitucionalista el 43,49%. El 7,45%, de Catalunya
en Comú, no adhiere a bloques.
A pesar de ello, el independentismo se siente legitimado para “construir una
república catalana”, como si ya fuera un país independiente, no obstante ser una
ligera minoría en relación a los que no adhieren su proyecto.
Lo mismo sucedió en 2015, cuando sin mayoría de votos optó por una vía unilateral,
que acabó con el gobierno depuesto, el parlamento disuelto y los dirigentes
procesados, fuera del país y en la cárcel.
Doble mensaje
El mensaje del 21D es un claro rechazo al gobierno del partido popular por
intervenir la Generalitat y perseguir
a los dirigentes independentistas por vías judiciales. Pero más importante, un
estado que desea mantener su integridad y cohesión no puede seguir ignorando a
una fuerza política –el independentismo- que ha contado con una adhesión
suficiente para ganar mayorías parlamentarias y elegir tres
gobiernos en cinco años.
Pero el 21D es también una advertencia clara a las limitaciones de los
independentistas de continuar en una confrontación autodestructiva. No tienen
fuerza ni política ni social ni coactiva para doblegar a un estado- Tampoco
pueden ignorar que en unas elecciones, con máxima participación, 2.212.871 de
catalanes votaran a partidos no independentistas y 2.063.361 de catalanes lo
hicieran por partidos independentistas.
2 comments:
¿Y si se negocian espacios más amplios de autogobierno en arreglo con el Estado español? ¿o es muy tonto lo que digo?
El independentismo concretó leyes de desconección, convocatoria, referéndum y declaración de independencia, pero no pudo defenderla ante la aplicación del 155 de la Constitución (destitución del gobierno, procesamiento de todos sus miembros y elecciones autonómicas). El independentismo desconcertado perdió la iniciativa y hasta ahora sigue planteando legitimidad de "construir la república", pero no concreta qué y cómo; vuelve a plantear el diálogo, pero sin fijar contenidos. Aún no asimila el "golpe" del 27 de Octubre. Se ha quedado sin política, sólo reivindica la validez del proceso y plantea rehabilitación del gobierno depuesto y construcción de la república. Sus banderas: fin del 155 y libertad de los presos. En suma: eventuales espacios de negociación para más autogobierno no está en la mente del independentismo hoy día.
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