Sunday, March 25, 2007

ALÓ, HABLA EL CANCILLER…



Los tiempos no están para epopeyas, no lo están para contemplar poemas narrativos referidos a hechos heroicos, históricos o legendarios. La fuerza inapelable de la “razón de estado” ha hecho retroceder a los guerreros chilenos, peruanos y bolivianos representados con ojos del siglo XXI, ha dejado mudos a ciudadanos e historiadores de estos tres países y ha ocultado las imágenes de niños y maestros de hoy, que aprehenden de las epopeyas protagonizadas por los guerreros del siglo XIX.

El cuarto gobierno de la Concertación, como los tres anteriores, ha discado el celular de la televisión pública. La censura se ha dejado escuchar en el interlocutor y ha procedido a cumplir los deseos de un atribulado canciller, postergando en forma indefinida su eventual proyección.

La censura del canciller, por una parte, impide que los ciudadanos-telespectadores puedan contemplar, pensar y debatir acerca de la relación con los vecinos y, por otra, acosa a la estación televisiva en su función de pensar, imaginar y producir con libertad un servicio de comunicación relevante para todos los chilenos.

La exhibición de una serie de tres capítulos sobre la tragedia que enemistó, hasta hoy mismo, a Chile con dos de sus vecinos quedó postergada “hasta nueva orden”, como se decía hasta no hace mucho. O hasta que el gobierno peruano le haga saber al canciller chileno que ya la epopeya no le incomoda en el trato con su propia oposición. O hasta que la televisión pública se decida a hacer valer su autonomía.

La independencia de la televisión en su gestión financiera no tiene correspondencia con su gestión editorial. En el gobierno de Aylwin, como ahora en el de Bachelet, presionó para impedir la proyección de programas, entonces que afectaría la tranquilidad del Ejército de Pinochet y ahora la del gobierno peruano de Alan García.



Pero, más bochornosa fue la relación de los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle y de Lagos con la televisión pública. En el primero, desde La Moneda se urdió la destitución del Presidente del Directorio de TVN, porque éste no satisfacía las expectativas informativas. En el segundo, desde La Moneda se maquinó a presión la renuncia de un directorio que se suponía autónomo, es decir, que sus cargos expiraban de acuerdo a unos tiempos normados y no a la discrecionalidad del Presidente de la República.

El liderazgo de Michelle Bachelet, validado por una ciudadanía que la eligió Presidenta de la República, se fundó en la expectativa de un cambio: el reconocimiento del derecho de los ciudadanos a participar en los asuntos públicos. La serie Epopeya, por los antecedentes entregados, es un documento precisamente para pensar y formarse una opinión sobre los vínculos con Perú y Bolivia, sin embargo el canciller se aleja de su liderazgo al impedir a los ciudadanos a acercarse a uno de los problemas internacionales más relevantes de este gobierno: la relación con sus vecinos.