Thursday, January 13, 2011

EL MITO, NADA EXTRAÑO

¡¡¡Mitos… mitos… mitos!!! , contradice, muy molesto, a su interlocutor luego de escuchar unos juicios (u opiniones) que considera falsos, sólo explicables por la ignorancia de quien lo dice, o bien de unas creencias, tantas veces repetidas, que parecen verdades no cualesquieras, sino de esas incontrovertibles, inmutables.

Mito, palabra asociada a pasado remoto, a forma de pensamiento arcaico, propio de civilizaciones primitivas, ya superadas por el progreso técnico, el saber científico y la praxis política del hombre racional y emancipado.

Sin embargo, el mito es una forma de pensamiento porfiado, resistente a extinguirse y que, como desde su origen, se construye con palabras que a través del habla, la oralidad, va configurando un discurso, un relato que se integra a un sistema de pensamiento o cultura que lo valida como historia verdadera, “sagrada”.

Los mitos de la democracia chilena se titula la obra del sociologo chileno Felipe Portales, empeñado en des-cubrir rasgos que, desde tiempos bicentenarios, van tramando el curso de una historia omitida o troceada de modo de protegerla de malentendidos, sospechas o de interpretaciones que pudieran cuestionar relatos ya validados por el “cánones establecidos” desde tiempos lejanos.

Hasta el 11 de septiembre de 1973, Chile se percibía a sí mismo como una excepcionalidad en América Latina por su “ininterrumpida institucionalidad democrática”. Tras el golpe militar y durante la dictadura de Pinochet, se observó que lo vivido entonces era “algo extraño, ajeno a la historia de Chile”.

Esta autoconciencia de singularidad, de notabilidad fantástica, continuó con el “adiós América Latina” al imponerse una estrategia de crecimiento económico neoliberal, a lo que se unió, más tarde, la idea de una “modélica transición democrática”.

El volumen II de Los mitos de la democracia chilena aborda trece años (1925-1938) desde la llamada “dictadura cívico militar” que tuteló la presidencia del civil Aturo Alessandri e impuso la Constitución del 25, pasando por la dictadura del Coronel Carlos Ibáñez, un periodo de interregno de conspiraciones de militares de derecha e izquierda, hasta la segunda presidencia de Alessandri cuando gobernó con facultades extraordinarias y estado de sitio, como una “dictadura”legal”.

En este periodo, de auge de los totalitarismos en Europa, se refuerza un Estado autoritario que despliega su violencia en masacres obreras, campesinas y estudiantiles; en la represión de dirigentes sindicales y estudiantiles; en la práctica de la tortura, el asesinato y el desaparecimiento de personas en manos de la policía; en el exilio y relegaciones de dirigentes políticos; en el empastelamiento de diarios y revistas.

El autor, des-cubierta esta hebra de la historia la extiende con la ayuda y el respaldo de más de 3 mil documentos, que van denunciando que lo vivido durante la dictadura de Pinochet no era algo excepcional, pues muchos de sus ingredientes, a su manera, ya se habían probado.

Pero, la historia no termina allí, en el epílogo se constata la validación, hasta ahora, de la presencia inmutable y monumental de Alessandri, en uno de los frentes del palacio presidencial, al que el autor llama “el mayor exponente del autoritarismo civil del sigloXX”, y en el otro frente del palacio, se yergue la figura de Diego Portales, “la figura más representativa del autoritarismo civil del siglo XIX”.

Una demostración tangible de que el mito, el de la democracia chilena, sigue en pié, pero probablemente sin la misma consistencia si, como se muestra en este libro, “la actitud ilustrada de la sospecha”, como señala el filósofo Josep Ramoneda (Contra la Indiferencia), logra penetrar entre los que están dispuesto a “pensar por sí mismo, que quiere decir que todo es suceptible de crítica: que no hay nada sagrado”.

Tuesday, January 04, 2011

LA ÉTICA Y LOS MOSSOS: ¿SE OPONEN?


¿Por qué el conseller de Interior, Felip Puig se propone eliminar el Código de Ética de los Mossos d’Esquadra? Un Código de Ética es un instrumento que expone los valores de una institución (como puede ser el de la policía catalana); codifica ciertas normas de conducta por las cuales deben desempeñarse los profesionales (policías) y especifica sanciones en caso de verificarse faltas en el ejercicio de sus funciones.

¿Acaso resulta vejatorio que una policía se rija de acuerdo a un código de conducta adecuado para cumplir los objetivos institucionales en el marco de los derechos humanos? Las policías previenen, vigilan, participan en indagaciones ante comisiones de delitos y reprimen actos que contravengan las normas legales establecidas. 

Sus funciones propias los exponen a que se extralimiten, cometan excesos o, en algunos casos, recurran a prácticas de abuso de poder, lesionando los derechos de las personas detenidas.

Desde una democracia que se propone garantizar los derechos humanos, algo distintivo del modelo político eruropeo, un Código de conducta policial puede ser un aporte para estimular proximidad en la relación policía-ciudadano, derivando en más colaboración y comprensión mútua y para proyectar la institución policial como un referente social de seguridad ciudadana con ascendencia y confiabilidad.

La supresión del Código de Ética de los Mossos d’Esquadra sería una señal de que estos profesionales no requieren de normas éticas para velar por un correcto ejercicio profesional, como si lo tienen otras profesiones (médicos, abogados, periodistas, etc). ¿Es que se piensa que actuar profesionalmente de acuerdo a una ética claramente establecida está reñido con la actividad policial?

El conseller Puig, así como decidió finalmente mantener las cámaras de vídeo en cuarteles de Mossos d’Esquadra, podría hacer otro tanto con el Código de Ética de la institución policial, sin perjuicio que sea revisado de manera que los policías participen en su reelaboración y se sientan comprometidos éticamente con su servicio profesional.

Monday, January 03, 2011

NI MAS, NI MENOS

Son los primeros días del Govern de CiU, después de siete años en la oposición, justo cuando se inicia la segunda década del siglo XXI,

El cambio político del President Mas sucede en medio del desaliento ciudadano. El paro, los recortes de sueldos, las ejecuciones de hipotecas y la percepción, cada vez más intensa y extendida, de que los más responsables de la crisis económica – entidades financieras y grandes inversionistas- se han recuperado y vuelven a influir, presionar e imponer ajustes económicos sobre gran parte de la ciudadanía.

El nuevo gobierno también asume en medio de frustraciones acumuladas de parte significativa de ciudadanos. Los reveses de la gestión política de los gobiernos de izquierdas (tripartitos) han jibarizado l’Estatut de Catalunya impidiendo conseguir más facultades políticas, más autogobierno e independencia respecto de las políticas del Estado español, e incluso cuestiona avances conseguidos, como en política lingüística.

En ese contexto, el discurso del President Mas (de investidura, de posesión del govern y de fin de año) esboza la idea de un gobierno que se propone incentivar entusiasmo entre los ciudadanos para sostener con eficacia la recuperación económica y defensa del estado de bienestar, por una parte, y el desarrollo de un catalanismo capaz de avanzar gradualmente hacia nuevas cotas de autogobierno.

Emprender y, especialmente, transmitir a una ciudadanía incrédula y desorientada, perspectivas de avance y posibilidades ciertas de obtener logros requiere de una política nacional, no sectaria, de diálogo permanente con las demás fuerzas catalanistas y formas de comunicación creativas con la trama de organizaciones de la sociedad civil catalana.

El discurso de Mas, en sus primeras intervenciones, sugiere crear un clima político que deje atrás la discordia estéril y domine un debate en vista a darle consistencia a una política nacional frente a la crisis económica y al conflicto con el Estado español.

Una actitud fundamental de inclusión asoma en los acuerdos de la mesa del Parlament, de la investidura del Govern y también en la sorprendente designación de Ferran Mascarell, un socialista catalanista, como conseller en Cultura.

No obstante, esta acitud no concuerda con la actitud confrontacional de Felip Puig, político de la nomenclatura Convergente, que antes de asumir anunció eliminar las principales iniciativas hechas por su antecesor, Joan Saura: Código de Ética de los Mossos; cámaras de vídeovigilancia en cuarteles policiales y velocidad máxima de 80km/hrs en las carreteras del área Metropolitana de Barcelona.

Pronto, el político tuvo que matizar sus dichos, pero quedó resonando en la plaza esta vieja actitud de hacer política de levantar la voz para decir que todo lo del adversario nada vale, algo así como ese clima inhóspito que se cuece en Madrid entre el PP y el PSOE.