Friday, November 15, 2013

LA POLÍTICA CIRCULA POR TODA SU GEOGRAFÍA


En Cataluña, un movimiento cívico, transversal política y socialmente, ha puesto y sostenido el proyecto independentista que sorprende e inquieta a  España. 

La independencia en política es un valor, más si se trata de política democrática. Sin embargo, el Estado español la percibe como una locura inadmisible en el caso de Cataluña. El 80,5%  demanda una consulta soberanista y el 64,4% del Parlamento catalán se propone convocarla para el año 2014. 

Cataluña se plantea ser un nuevo Estado independiente, con un territorio semejante a la región de La Araucanía; una población de 7,5 millones, menos de la mitad de la de Chile, y un PIB per cápita de 27.588 dólares, mientras en Chile es de 16.200.

¿Es viable? Cataluña es un territorio con una economía exportadora de alto valor agregado (aporta el 19,5% a las arcas del Estado español), con una elite y una sociedad civil madura para autogobernarse con un Estado propio.

Pero eso no basta. Se requiere una mayoría catalana además de numérica, políticamente unida, capaz de  forzar un diálogo y un acuerdo con un gobierno español sin disposición a hablar de la consulta. Así, surgen todas las dudas sobre su viabilidad.

Cataluña y España, no encajan

Y, ¿por qué una parte de la sociedad catalana (52,3%) desea irse de España y vivir en forma independiente? Esta realidad forma parte del proceso de globalización, desde donde emergen, como reacción o proyecto- realidades singulares e identidades propias o diferenciadas.

Cataluña es una de éstas que, aún reconocida en la Constitución del 78 como una nacionalidad diferenciada, quedó atrapada por un modelo autonómico –“café para todos”- como una realidad igualada a las demás autonomías. Una decisión, durante la transición, bajo el temor de no provocar el rechazo del ejército y de sectores civiles centralistas del franquismo.

Durante los 23 años de gobierno de Jordi Pujol fue un constante “tira y afloja” por obtener más competencias. Las frustraciones se sumaron hasta que el gobierno de mayoría absoluta de José María Aznar inició las hostilidades contra las aspiraciones del catalanismo de alcanzar niveles superiores de autogobierno y de desarrollo de su propia personalidad.

Los gobiernos de izquierdas encabezados por el socialismo catalán (2003-2010) asumieron estos anhelos con un nuevo Estatuto de Autonomía. Aprobado en el Parlamento catalán y el Congreso de los Diputados y votado en un referéndum, el Partido Popular (PP) lo impugnó ante el Tribunal Constitucional (TC), el que acabó por anular sus partes más sustantivas.

Independencia desde la sociedad civil

El conflicto abierto entre los partidos catalanistas y el PP fue el marco del lanzamiento de un movimiento cívico por la independencia. Diversas plataformas convocaron consultas no vinculantes por un sí o un no a la independencia.

Se celebraron 553 votaciones a través de la geografía de Cataluña. El proceso culminó en Barcelona con la participación de 257.000 ciudadanos (el 21,3% del censo electoral de la ciudad) y logró el 91% de apoyo a la independencia. Esta experiencia inédita movilizó a 885.000 catalanes.

Este movimiento cívico fue el prólogo de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la responsable que millones de personas por el mundo preguntaran qué pasa en Cataluña al ver las imágenes de centenares de miles de personas desplazándose por Barcelona el 11 de septiembre de 2012 y un año después por Cataluña en una cadena humana de 400 kilómetros.

Si no hay consulta…

Este ha sido el sujeto político que ha forzado a los partidos catalanistas hacia la autodeterminación a través de una consulta vinculante. Pero, ésta requiere un acuerdo con el gobierno del PP, el que la tacha de “anticonstitucional e ilegal”, justificación para no dialogar.

El gobierno de Rajoy opta por el statu quo. Espera  que los catalanes frustren la consulta por desacuerdos sobre sus  términos, o si la convocan con una ley propia impugnarla ante el TC o si el gobierno catalán llama a elecciones plebiscitarias decretar la intervención de Cataluña. 

A fines de 2013 se cumple el plazo para acordar la pregunta y fecha de la consulta. La ANC ya prepara sus fuerzas para movilizar, en enero a los catalanes para que, pueblo a pueblo, suscriban una exigente demanda al Parlamento: proclamar unilateralmente la independencia si no prosperara la consulta.

 (publicado por el diario El Clarín el 11 de noviembre, 2013).