Tuesday, August 14, 2007

CÁMARA PARA EL CIUDADANO

La energía, como la sangre, fluye. Discurren y sustentan la vida económica y biológica de los seres humanos. La cantidad y calidad de la energía, como la de la sangre, influye en la sociedad como en el organismo. Es algo vital, en términos políticos: estratégico.

La energía está en los meollos de los acontecimientos que saltan diariamente a las pantallas y primeras planas: desastres naturales, guerras u ocupaciones militares, citas políticas, económicas o científicas o expediciones a los extremos del planeta, los polos.

En su reciente visita a Estados Unidos, el Canciller Foxley preguntó por centros tecnológicos. Buscaba ayuda para generar fuentes de energía limpias (carbón tratado, celulosa), mientras el gobierno de Bush, deseoso de acuerdos sobre energía nuclear con terceros, designaba a Paul Simon, un especialista en energía, su representante en Chile. A su vez, Venezuela, Bolivia y Argentina formalizaban el Grupo de Países Productores de Gas.

Chile, narcotizado por el exceso de consumo de sustancias mercantiles, como el de las ventajas comparativas, se adormeció con el trato suscrito con Argentina, a mediados de los 90. En lo recorrido del siglo XXI, la tranquilidad chilena y la excitación argentina, han significado que circule menos energía por la economía chilena.

Todo comienza a costar más y el desasosiego crece. El gobierno chileno sale por ayuda tecnológica. En septiembre, una comisión de gobierno entregará un informe sobre la aplicación de energía nuclear, lo que no cuadra con lo dicho por el Canciller en Estados Unidos: “está muy verde”, “es poco realista”, “requiere de un consenso inexistente”.

Un tema de interés público - de los ciudadanos - requiere de un espacio público donde éstos se reúnan a participar del conocimiento de los aspectos de diferentes alternativas de fuentes de energía y de sus ventajas y desventajas sociales, económicas, políticas, culturales y ambientales.

La televisión pública es uno de esos espacios. Se trata de presentar una serie de programas (sobre el tema energético) en que el ciudadano-telespectador pueda observar, sentir, pensar y conversar sobre una trama televisiva, que en forma coherente combine relatos visuales, alusivos a los contenidos con debates disciplinados por un editor.

Éste, tiene la misión de estimular la deliberación, la confrontación y la comprensión de enfoques, valores, ideas, interrogantes, experiencias y argumentos y, también, de articular o relacionar (editar sobre la marcha) el debate para que no pierda su norte: suscitar interés y entendimiento en el ciudadano-telespectador. Un editor con una inmersión acotada en el tema y capacidad de escucha y reacción para llevar el debate.

La trama, en este caso sobre la energía, integra discursos emocionales y racionales emitidos por un grupo en que se mezclen personas de diferentes cosmovisiones y mundos socioculturales. Un “espectáculo” basado en las sorpresas que depara la animación y los enlaces que posibilitan los discursos de la diferencia. Es la atracción de la incertidumbre, condición favorable para que cada programa sea un explorar sobre algo ignorado, misterioso, de algo por conocer.

Por contraste, evitar aquel “espectáculo”, basado en la competencia fatua, regulada por un segundero, de discursos repetidos, a veces, colmados de frases hechas, protagonizados por un grupo de personas que, aunque de coloridos relativamente diferentes, coinciden siempre en algo básico, que su entorno los adule y los consumidores de televisión los aplaudan.

El género debate en televisión está ahí, en pañales, y qué más propio que un canal público lo tome y cultive, pero aquello requiere de algo que comienza asomar: una revisión y discusión abierta de la ley de televisión pública, después de 14 años de vigencia. Una oportunidad para colocar la dimensión ciudadana del telespectador en el centro. Acaso no era ello el cambio prometido por el cuarto gobierno de la Concertación.

Tuesday, August 07, 2007

ENERGÍA MÁS MEMORIA

“La energía nuclear es la del futuro” fue la idea que paseó el presidente francés, Nicolás Sarkozy en su viaje por África meridional (Argelia y Libia), y subsahariana (Senegal, República Democrática del Congo y Gabón). El señuelo a sus interlocutores: ingresa a un “banco mundial de combustible nuclear” a cambio de comprometer la entrega de “energía del presente” (gas + petróleo).

La llave comunicacional de su itinerario - sólo roto por los celos de Marruecos, ofendida ante la inclinación de Sarkozy por su rival, Argelia - fue que “la energía del futuro” es como una madre que estimula a crecer y lograr el bienestar de la población, condición indispensable para triunfar en la lucha contra el fanatismo y el terrorismo.

Francia y la energía nuclear activan la memoria reciente. Surge la imagen exultante del Presidente del PPD, Sergio Bitar tras su visita a las centrales nucleares francesas. Entonces pregonó: “no podemos quedarnos atrás, pues en el mundo (la energía nuclear) adquiere envergadura” - a diferencia de la “energía del presente”- al afianzar la independencia y autonomía, bajar los costos y proteger el medio ambiente.

Una energía segura y limpia había dicho el Presidente Ricardo Lagos cuando exhortó a los chilenos a pensar en ella, en mayo de 2005. Dos términos jaqueados por el terremoto (6,8 grados) de Japón, en julio pasado y que obligó al alcalde de Kashiwazaki, Hiroshi Aida, a ordenar el cierre indefinido de la central nuclear más grande del mundo.

La seguridad y la limpieza y, más aún, la credibilidad de los ciudadanos en el uso de la energía nuclear se trizaron en los ojos de un alcalde espantado, mientras observaba tuberías rotas, 400 depósitos de desechos radioactivos por los suelos, 50 de ellos reventados, grietas en los tanques de combustibles, destrozos en el suelo, restos calcinados por el incendio al arder un transformador y fugas radioactivas por valorar.

El seísmo jaqueó y dio mate a la afirmación de Bitar: “Japón es un ejemplo de sismicidad y tiene instalaciones muy amplias y seguras”. Las autoridades o dirigentes - sin distingos- y medios de comunicación recargados de ideología, tienden a minimizar o encubrir los riesgos y efectos de lo que puede o acontece con el uso de energía nuclear.

Una actitud que sirve de sedante para una población con información insuficiente y conciencia confusa. Así, se deja amplia libertad a la ejecución de las estrategias de los gobiernos. La posibilidad de contrarrestarla y neutralizarla está en crear movimientos de opinión que conecten con el ciudadano, interesándolos y facilitándoles su comprensión.

En este sentido, la televisión pública, en tanto autónoma del gobierno, de los partidos políticos y de los poderes fácticos (materiales y espirituales), podría animar un conocimiento y un debate sobre las opciones energéticas para Chile, sin excluir ninguna.

La energía es un tema que tiene muchos filones para el periodista. Explorarlos y producir ciclos programáticos, como sucede en otros géneros televisivos, podrían colaborar en una concienciación ciudadana con lo esencial del periodismo: aquello imprevisible, capaz de infundir interés y suscitar conversaciones en audiencias heterogéneas con la realidad próxima y lejana, siempre inquietante.