Thursday, December 14, 2023

A 50 años, NO + desmemoria

La página abierta de los 50 años del golpe de estado comienza a cerrarse. ¿Qué deja? La certeza de que la herida sigue expuesta, no ha logrado sanar y continua doliendo.

A 50 años, una sociedad fragmentada.

Una discordia ácida entre derecha e izquierda creó una atmósfera de disputa por el relato del golpe: si éste fue un acto de salvación o de destrucción; si se justificaba o se condenaba; si los reponsables habían sido las víctimas o los victimarios; si fue un acontecimiento inevitable o evitable; si unos y otros habían aprendido las lecciones. Una estela de impugnaciones y odiosidades se intercambiaron dando la espalda a los hechos revelados en la historia de este medio siglo.

Persisten las divisiones de antaño, como si en estos 50 años nada nuevo se hubiera descubierto ni nada hubiera que revisar ni tampoco reconocer. Pareciera que el tiempo hubiera congelado el pensar de nuevo, escuchando e inmovilizando sentimientos básicos, humanos. Traumas cronificados sintomatizan la sociedad chilena.

Ahí está la verdad y justicia, paralizada por la inercia. Hubo de pasar medio siglo para que un Presidente de la República, ante la evidencia que las desapariciones de personas fueron crimenes cometidos por uniformados y civiles al servicio de la dictadura, se atreviera tomar el toro por la astas. Ahora será responsabilidad del estado buscar, encontrar, identificar a 1.092 desaparecidos y dar con la justicia, de acuerdo a un “Plan Nacional de Búsqueda, Verdad y Justicia”.

La transgresión de los derechos humanos tiene fecha 11 de septiembre, el día en que fueron anulados. Las cámaras fueron cerradas “hasta nueva orden” y las armas comenzaron a intimidar y matar al “enemigo interno”, al sospechoso de serlo e incluso al que fue confundido o al que el azar le jugó una mala pasada.

Cincuenta años después, testigos y generaciones sucesivas se sintieron llamados a rememorar, unos; a conocer, otros, retazos de diferentes actividades o momentos en museos, centros culturales, teatros, auditorios y en el espacio abierto urbano y suburbano a lo largo de “la loca” geografía física y humana chilena.

En la conmemoración hubo expresiones de innumerables facetas del medio siglo recordado. Desperdigados en lugares como los mencionados, esos pedazos de historia fueron parte de sentimientos que sobreviven a pesar de la desmemoria.

La Negra Ester, 35 años después de su estreno 

Las décimas de la Negra Ester...

En septiembre, en el Teatro Marconi (hoy Nescafé de las Artes) reapareció “La Negra Ester”, el musical autobiográfico de Roberto Parra que puso en escena el dramaturgo Andrés Perez en 1988.

“La Negra Ester” representa un pasaje de la vida del folclorista y cantautor Roberto Parra (hermano de Violeta y Nicanor) en una casa de prostitución en el puerto de San Antonio. Allí llegó a animar “los bajos fondos”. Las décimas, un lenguaje oral y popular, tramado de picardías, tristezas y dichas, vertebran su drama romántico con Ester, la prostituta de la que se enamoró, se peleó, se rejuntó, hasta separarse en medio de la música, el baile y el amor.

Fue escrita en 1971, cuando campeaban tiempos pletóricos de la Unidad Popular. La alegría de la fiesta y de los amores que iban y venían, fugaces e intensos, se correspondían con los rasgos de un mundo popular atrevido que, agrupado, con desenfado buscaba un lugar prominente en la sociedad. Pero la obra ahí quedó, como todo en ese momento, a medio camino.

El libro en décimas, prologado por Nicanor, vió la luz en medio del “apagón cultural”, en 1980. Pero, ocho años después, 1988, fue cuando se iluminó el firmamento de la cultura chilena en forma sorprendente en la plaza de Puente Alto y en la terraza del cerro Santa Lucía.

atrae seis millones de espectadores

Recién la dictadura había tenido que comerse una derrota ya sin vuelta. La alegría estaba en la piel. Los ojos, desde los suburbios y el centro de Santiago, sorprendidos por el triunfo de No+ dictadura se entregaban a celebrarlo disfrutando de un musical que representaba a unos sujetos y maneras de expresarse indicando un miedo en retirada.

Un “ethos popular” que se expresaba con un lenguaje creativo, dicho con soltura, picardía y humor, impactó a un público dispuesto a celebrar una obra de teatro sin censuras. Un público con el sabor de un triunfo inédito se maravillaba con la creación artística de un mundo popular que venía de vivir años de maltrato y crueldad.

La calidad de la puesta en escena y un público desbordante atrajo a medios de comunicación, que abrieron espacios y páginas a entrevistas, reseñas e imágenes. La “Negra Ester” en estos años, se presentó con 25 temporadas por regiones de Chile, 5 giras por la Europa nórdica, latina, germana y anglosajona y la América gaucha, andina, y anglosajona. Una obra que ha reunido seis millones de personas, la más vista en la historia del teatro chileno.

Entrecruces de la memoria en Museo de Bellas Artes (2023)

La transgresión a la única dirección

La “Negra Ester” de Roberto Parra encantaba en plazas y terrazas a un público diverso, el mismo que desbordaba alegría por el triunfo del No. Ese No + fue la consigna concebida y creada por Lotty Rosenfeld, artista visual, que inspiró y diseñó una renovación de la propaganda política en el espacio público.

La artista había decidido, en 1979, iniciar intervenciones visuales en la calle, lugar entonces bajo control militar, y que prolongó hasta el 2008. Una opción política realizada al formar un entrecruzamiento de dos líneas sobre el pavimento, interponiendo una línea en sentido horizontal a la vertical dibujada en calzadas urbanas y ruteras que obligan a mantener una única dirección.

De este modo, la artista cuestiona la raya que fuerza a seguir un camino único bajo pena de castigo por infringir un código reglamentario y a su vez propone a la ciudadanía a que reflexione sobre la imposición de seguir una sola dirección. Busca estimular que el ciudadano asocie esta obligación a experiencias de su relación cotidiana con la autoridad en un contexto de estado de emergencia permanente.

Una intervención atrevida, valiente y arriesgada de Lotty Rosenfeld, que en vez de quedarse en el “confort” de las galerías de arte salió a una búsqueda repleta de incertidumbres que respondiera a su pregunta: ¿Cómo puede el arte aportar a la lucha por la libertad? De 1979 a 1989 fueron muchas sus instalaciones, algunas fugaces, como así fueron también las detenciones policiales por sus transgresiones a normas a la vista de todos.

NO +

El signo + en el trayecto urbano y rutero alcanzó 17 ciudades en 34 países, como Washington, con la Casa Blanca en el fondo (1982), París, junto al Arco de Triunfo (2008) y en Berlín, cruzando el paso de Checkpoint Charlie entre Oeste-Este (1983). Acciones no exentas de peligros, como en Linz (Alemania), cuando intervenía junto al puente de los Nibelungos: un helicóptero, desde lo alto, se le acercó mientras un pelotón de polícias la rodeó, examinó cuidadosamente y la obligó abandonar la ciudad.

Lo que comenzó en el pavimento trepó en muros y descolgó desde puentes y edificios de la ciudad. Corría 1983, cuando la ciudadanía estalló, masiva y coordinada, convirtiendo la ciudad en un nutrido archipielago de protestas de diferenes sectores de la sociedad. Entonces, saltó a la calle el movimiento de “Mujeres por la Vida”. Rosenfeld se apuntó con su creatividad asociada a la política con el símbolo del ser más: NO +, porque Somos +.

El NO + plantea iniciar algo, sugiere un hacer o un deseo. El No + denota rechazo y connota cambio. A su vez deja la consigna abierta, inconclusa; sugiere a que otros la definan, completen. Esa es su cualidad, suscitar implicación, participación ciudadana en la construcción de la consigna del cambio: No + desaparecidos; No + violencia; No + tortura; No + dictadura.

Cada colectivo le daba sentido a la consigna. El No + echó raíces en la ciudadanía, trascendió fronteras mentales y físicas al hacer las veces de un prefijo de muchas palabras que refieren una realidad de un momento determinado, como hoy podría ser No + guerra... hambre... genocidio... abusos... fake news.... violencia machista...

El arte enaltece el encuentro en el espacio público

Roberto Parra, “el tío Roberto” (1921-1995) y Andrés Pérez (1951-2002) dieron vida y forma al teatro. Su puesta en escena al aire libre deslumbró a un pueblo al que le había vuelto la esperanza al cuerpo.

Lotty Rosenfeld (1943-2020) tomó una posición de vanguardia cuando los chilenos sobrevivían en la retaguardia. Salió a la intemperie donde cohabitaban una violencia súbita y el miedo en el cuerpo. Dio a luz un signo que sugería una acción política: NO + porque Somos +, un tónico que alentó a la ciudadanía a volver al espacio público.

Parra, Pérez y Rosenfeld se encuentran en lugares abiertos, como militantes de la belleza y del arte con un sello comunitario y político. Pérez un enamorado del teatro con colorida estética popular, buscaba reunir un público en un amplio espacio común y Rosenfeld comprometida y resiliente artista visual con memoria y creación, a cincuenta años del golpe de estado, nos interpelaría en el espacio público: No+ desmemoria.