Tuesday, July 31, 2007

EL LENGUAJE NO ES INOCENTE

El juez Alejandro Madrid vuelve a colocar la figura de Eduardo Frei Montalva en los medios de comunicación. Lo hace al ordenar la detención de 4 médicos, 1 enfermera, 6 ex militares y 1 ex empleado civil del ejército. Dos de esos médicos - Pedro Valdivia y Vittorio Orvietto- eran de la DINA y facultativos de la Clínica Santa María cuando el ex Presidente de la República fue internado y operado, donde agonizó y murió.

Al día siguiente de la decisión judicial, el Partido Demócrata Cristiano celebró 50 años de existencia. Su Presidenta, la senadora Soledad Alvear, refiriéndose al desenlace de la vida de Frei, dijo: “todo apunta a que el ex Presidente Frei pudo haber sido asesinado…”.

¿Por qué la Democracia Cristiana, por su voz más autorizada, aún duda o considera políticamente incorrecto asumir que su principal figura, en este medio siglo de historia, haya sido eliminada por agentes de la dictadura, a diferencia del sereno reconocimiento que hacen los familiares del extinto: “fue envenenado con gas mostaza”?.

En los años de la dictadura, frente a las denuncias de arrestos y detenciones ilegales o prolongadas, torturas y desapariciones forzadas de personas, se impuso la fórmula que decía: mientras los tribunales no dictaminen qué sucedió, no se puede afirmar que lo denunciado sea verdad.

Entonces los tribunales poco o nada investigaban de aquellas denuncias. Sin embargo, personas e instituciones que defendían los derechos humanos se formaban y expresaban la convicción de que tras los hechos denunciados había un sistema de represión ejercido por uniformados y civiles sustentado por un Estado dictatorial.

En cambio ahora sí, los tribunales están investigando aquellas denuncias. Éstas, una a una, están ratificando lo que esas personas e instituciones, durante la dictadura, habían afirmado sin necesidad de un “visado judicial”. Los tribunales se han incorporado, cada vez con más eficacia, a administrar justicia con aquella parte de la sociedad chilena atropellada en sus derechos fundamentales, en la que estaba Eduardo Frei y los democratacristianos.

Resulta paradójico que la Presidenta de la Democracia Cristiana continúe hablando en condicional sobre los hechos sucedidos en el ecuador de la dictadura, enero de 1982. Las resoluciones de jueces sobre casos que han afectado a otros prominentes políticos chilenos asesinados y las numerosas y calificadas evidencias reunidas por el juez Madrid convergen en el asesinato.



Monday, July 16, 2007

CHILE Y BOLIVIA EN ALTA MAR (2)

El Chile gobernado por Michelle Bachelet conversa con la Bolivia gobernada con Evo Morales. Lo hace sin reproches, como los que profiriera el ex Presidente Ricardo Lagos en Monterrey (2005) y fuera aplaudido con fervor por chilenos de todos los pelajes. Chile, desde hace 128 años, está habituado a un trato arrogante con sus vecinos andinos, especialmente Bolivia, más débil, tras la victoria militar de 1879.

Esa soberbia de sentirse superior la muestra con palabras: “el problema de Chile es su barrio”, Chile está para jugar con los países de “primera división”; con gestos: la renuncia de Edmundo Pérez como Cónsul General en La Paz, porque se le había agotado la paciencia (abril, 2003), la acefalía de la representación diplomática chilena en La Paz por 10 meses, la destitución del sucesor, Emilio Ruiz-Tagle, a ocho meses de designado (septiembre, 2004), por formular declaraciones diplomáticas que pretendían crear confianza con en el país vecino.

Pero lo que hace más daño es la política de no escuchar “al otro”: sus reclamaciones, sus argumentos, sus alternativas. Adoptar la opción tajante de intentar invalidar su voz y racionamiento al decirle que lo suyo no tiene valor, porque ha quedado zanjado, en el caso que nos ocupa, en el terreno de las armas (1979) y definitivamente archivado en el terreno de la diplomacia (1904).

Los tratados internacionales, como las constituciones y las leyes, generan obligaciones, no obstante, éstas pueden modificarse si los estados y los ciudadanos, según sea el caso, así lo determinan luego de reconocer una realidad cambiante, de desarrollar un debate reservado, primero, abierto después y de usar mecanismos previamente convenidos para resolver los contenidos y los términos de lo que se desea modificar.

La política regional del gobierno chileno se define de “integración abierta”. El Canciller Alejandro Foxley, en entrevista al diario neoconservador El Mercurio, decía que las relaciones de Chile con los vecinos, Bolivia uno de ellos, es central para la integración chilena en América Latina y desde ahí proyectarse al mundo. Sería iluso pensar que Chile pudiera participar en un mundo globalizado desde una posición solitaria en la región y, agregaba, que Chile debe aprender a convivir con los diferentes tipos de democracia existentes y en este contexto ser un factor de convergencia. Ello requiere de credibilidad internacional y una de las varas para medirla es la calidad de las relaciones con los próximos, los vecinos.

Encuestas de opinión pública muestran que una mayoría no desea que el gobierno negocie con Bolivia un acceso soberano al Pacífico. El canciller Foxley, en la entrevista aludida, se lamenta del alto porcentaje de chilenos en desacuerdo con la propuesta de “un mar para Bolivia” y apela a desplegar una tarea educativa para que los chilenos entiendan que los países tienen que integrarse de verdad en el siglo XXI.

La pregunta es: qué tipo de relación desea Chile con Bolivia en el largo plazo; qué características y términos debiera tener la integración con Bolivia y entonces, preguntarse si conviene a un Chile integrado a su región y desde ahí al mundo global un acceso soberano de Bolivia al Océano Pacífico. El gobierno de Michelle Bachelet ha comenzado a responder esta pregunta, lo hace escuchando al gobierno de Evo Morales.

Cuando las confianzas sean firmes, sería oportuno considerar que los ciudadanos bolivianos y chilenos dispusieran de elementos que le permitiera creer que es posible aquella “integración de verdad”, mencionada por el canciller chileno. Un aporte a que los chilenos puedan comprender por qué una amistad cívica y una integración de proyectos compartidos con el mundo y la cultura andina, que representa Bolivia, es mejor, que la arrogancia -altiva o indiferente- predominante hasta ahora y que lo más probable conduciría a restar crédito integracionista a Chile en la región y, por ende, siguiendo al Canciller, debilitar su proyección en el mundo global.

Tuesday, July 10, 2007

CHILE Y BOLIVIA, HACIA ALTA MAR (1)

¿Qué nuevo hay entre Chile y Bolivia que conversan sin sobresaltos?, a diferencia de los malhumores de Perú con Chile, que le reclama 37.900 metros cuadrados de espacio marítimo al querer trazar una bisectriz, en vez de la actual paralela, desde el punto de la Concordia o, en contraposición a los espesos encuentros de Chile con Argentina debido a la falta de fluido que, se suponía, haría circular como por un tubo una nueva amistad.

Desde julio de 2006, Chile y Bolivia conversan alejados del bullicio de la farándula mediática, como si estuvieran, ambos, en algo que les es propio, como en medio del mar, pacífico hasta ahora. Evo Morales, un indígena y Michelle Bachelet, una mujer se han reunido 8 veces en 1,8 año de gobierno. Sus colaboradores lo hacen desde hace 1 año en un Comité Binacional de Consultas Políticas. Trece temas están ahí, sobre la mesa, incluido uno, el número seis: el acceso al mar de Bolivia.

El que fuera activista cocalero, dirigente campesino, fundador y diputado del Movimiento al Socialismo (MAS) y luego elegido Presidente por mayoría absoluta (53,74%), el segundo de la historia de su país, navega y empuña el timón ya no de frente a las costas, como se estaba habituado a hacerlo en los espacios multilaterales, sino enfilado de modo que la navegación sea paralela a la ribera.

La opción de Morales es ensayar una nueva carta de navegación, como las que se emprenden para reconocer, en este caso las inmensidades y los límites que van a una y otra banda. Este rumbo lo hace junto a Chile. Y aquí parece estar la novedad significativa: la falta de acceso soberano al mar de Bolivia no es un problema de uno ni de otro. Es de los dos, es un “problema conjunto” y, por lo tanto, ha de conversarse entre ambos y en un tiempo lo suficientemente amplio como para no estrellarse en las abruptas costas nortinas, sino que hacerlo a través de la inmensidad del Pacífico.

Se crea un contexto en que el tiempo no requiere de límites fijos, dramáticos. Al contrario, se precisa de tiempo para explorar, reconocer, diferenciar y descubrir “en conjunto” los territorios mentales y físicos que permitan deshacer, añadir y unir una variedad de elementos. Urdir confianza en sí mismos y con el otro hasta sentirse cómodos en esas confianzas. Convencerse de que uno y otro pueden, y es deseable que lo hagan, colocar el pasado por delante, de cara al futuro, para poder “en conjunto” efectivamente acordar las bases de una nueva relación, más próxima a los retos, de ambos, del siglo XXI, que de los errores, de ambos, del siglo XIX y XX.

La opción boliviana es conversar sin sobresaltos de la “reintegración marítima”, un concepto diferente al de “reivindicación marítima”, pues considera que el “problema conjunto”, de Chile y Bolivia, no tiene ya como único “puerto” un acceso soberano al Pacífico, sino que este “puerto” podrá ser real si es parte de una integración contenida de muchos otros aspectos, cuyos algunos titulares están entre los 13 temas en conversación. El diálogo ha reemplazado a la presión y si éste es verdadero, con confianza, surgirá algo diferente a lo que actualmente está en la cabeza de Bolivia y Chile, de lo contrario sería una parodia.